En febrero y marzo de 2021, el Bloque Latinoamericano estará co-organizando un seminario con Noel Padilla-Fernández, intercambiando conocimientos sobre la teoría y práctica de la descolonialidad del saber. A manera de preparación, platicamos con Noel sobre sus intereses epistemológicos, su trayectoria, y la coyuntura política en Nuestra América. Acá les presentamos la charla. (Las inscripciones para el seminario están abiertas hasta el 27 de enero bajo semioticasdelsur@protonmail.com)
¿Cuáles han sido los enfoques más importantes de tu trabajo académico en los últimos años? ¿A qué se debe ese interés?
Antes de estar vinculado a la formación y la investigación en la academia, vengo de experiencias en el movimiento de la comunicación alternativa y popular (radio, fotografía, video, cine), allí en el trabajo popular surgió la preocupación por el estudio de los discursos; por una parte el análisis crítico de los medios masivos, y por otra la preocupación por la elaboración estética de discursos que representaran nuestras voces, nuestros cuerpos y territorios; durante varios años estuve dedicado a la realización documental. Ello hizo que mi incorporación a la academia (hace 19 años), la hiciera con una pragmática semiótica devenida de la acción cotidiana en el movimiento popular.
Desde esa preocupación comienzo a transitar dimensiones reflexivas, diálogos con autores y autoras, en las que voy encontrando y construyendo categorías para comprender complejamente y nombrar la práctica colectiva desarrollada en la comunicación popular. Ya en la academia, en el Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente (CEPAP) de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, me incorporo a procesos de investigación y formación en educación popular y sistematización de experiencias como método para la generación de conocimiento, y en vínculo con estas metódicas, junto a profesores y profesoras desarrollamos procesos de formación e investigación en el área de la educomunicación (este es un campo que tiene importantes orígenes en las experiencias de comunicación alternativa y educación popular en América Latina, en los años 60, 70, 80, allí van a ser emblemáticos los aportes de Mario Kaplún y Paulo Freire). La educomunicación como campo da cuenta de los procesos de formación, de aprendizajes, vinculados o mediados con prácticas comunicacionales (consumos mediáticos, hábitos tecnoculturales, y al reconocimiento del carácter textual de los discursos simbólicos audiovisuales, sonoros, transmedia).
Podemos decir que este ha sido un enfoque importante del trabajo académico que he realizado, y otro es el relacionado de manera más focal con la semiótica cinematográfica, área de formación en la que me desempeño como profesor en la Universidad Nacional Experimental de las Artes; esta formación en semiótica comenzó a ser transversalizada con la perspectiva del pensamiento crítico descolonial y una preocupación investigativa por reconocer el lugar de enunciación del discurso, como un lugar ontoepistémico, es decir los discursos cinematográficos proyectan una forma de ser y pensar el mundo. En ese sentido, los discursos cinematográficos hegemónicos, van universalizando las formas de ser y pensar propias del sistema mundo/moderno/colonial/patriarcal/capitalista que van configurando los imaginarios de los públicos que asisten a esos discursos de manera acrítica o complaciente. La preocupación formativa que moviliza mi accionar docente es propiciar problematizaciones para develar las formas de ser y pensar el mundo proyectadas en los discursos, pero también problematizar las formas hegemónicas de ser y pensar que están en nuestras maneras de producir sentido.
En la puesta en práctica de estas reflexiones semióticas, comprendí que se trataba de una semiósis que transcendía el discurso cinematográfico y audiovisual, y que podía ser una práctica problematizadora para otros géneros discursivos, e inclusive para la vida cotidiana. Allí podría ubicar el interés de mi trabajo, desarrollar un practica semiótica como ejercicio cotidiano, para problematizar las marcas del poder y la dominación en los discursos, en la producción de sentido y en las formas de relacionarnos.
En tus aportes teóricos hablas de una semiótica del Sur. ¿Quién y cómo se construye una semiótica del Sur?
Decía anteriormente que los discursos enuncian formas de ser y pensar el mundo, en nuestras experiencias hemos estado circundades por discursos, escolares, religiosos, mediáticos, institucionales, familiares, que han universalizado las formas de la vida moderna (me refiero a la ontogénesis y al episteme del sistema mundo/moderno/colonial/patriarcal/capitalista impuesto por los imperios europeos desde 1492 y continuado por las elites del eje del Atlántico Norte, siendo su hegemon más importante los Estados Unidos); estas formas de ser y pensar sexistas, patriarcales, racistas, individualistas, antropocéntricas, heteronormadas, se han impuesto secularmente por sobre otras maneras de relacionarse y de vivir que aún existen en vetas de resistencia en los pueblos ocupados, dominados, pero no vencidos, del sur global, y en los pueblos que resisten al capital en los países del norte; porque no se trata de un sur geográfico, se trata de un Sur ontoepistémico, de un sentipensar distinto y antagónico a la subjetividad moderna. Una semiótica del sur implica promover el reconocimiento de epistemes y cosmogonías que hacen posible la solidaridad, la sororidad, lo comunitario como relación, la transubjetividad como condición existencial de la vida no posible sin el otro/otra, incluso con el otro no humano (el espacio vital del que formamos parte, y que el pensamiento fragmentador moderno nombró cosificadoramente como naturaleza); como referente problematizador del poder y las jerarquías de dominación presentes en los discursos y en nuestras formas de producir sentido y relacionarnos.
¿Quién puede hacer una semiótica del sur? Tode aquel que asuma la problematización y transformación de las formas de vida promovidas por el capitalismo. Considero que una semiótica del sur permite cuestionar lo que hemos dado por absoluto, lo que el sistema mundo moderno/colonial/patriarcal/capitalista impuso como natural. Una semiótica del sur puede contribuir a una reflexión transformadora y superadora de los lastres modernos que arrastramos en las maneras de relacionarnos jerárquicamente en la vida cotidiana y en las formas de hacer política desde las izquierdas y desde los movimientos.
En el plano político continental, diferentes eventos colectivos con ejemplos en Chile, Bolivia, Ecuador aparentan una renovación y recuperación de fuerza de los movimientos sociales populares. ¿Se puede avizorar en esto un posible fin de la avanzada reaccionaria de derecha extrema que inicio a mediados de la década? ¿Cómo se reciben estas luchas frente a la memoria de los movimientos sociales de inicios del siglo, que fueron clave en la llegada al poder de la izquierda y/o mantenimiento del mismo en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina?
En América Latina vivimos profundos procesos de enfrentamiento con el capital, fueron fundamentales la llegada de gobiernos progresistas a países de la región. En el comienzo del siglo irrumpe un proceso importante de reivindicación de derechos, de justicia social y redistribución de las riquezas en Venezuela con la llegada a la presidencia del comandante Chávez, pudiéramos decir que esta irrupción inicia una ola de gobiernos de izquierda que cambia en esa primera década las condiciones geopolíticas a favor de nuestros pueblos. Este cambio geopolítico implicó el impulso de iniciativas de integración regional desde una perspectiva bolivariana promovidas en gran medida por el presidente Chávez. La respuesta del imperialismo y las oligarquías regionales lograron reveses de esta ola progresista, retomando el poder en Paraguay, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia, e implementando políticas coordinadas de agresión, de asedio y bloqueo económico hacia Venezuela. Sin duda alguna que las políticas de Washington y el coro de la oligarquía continental han sido efectivas para el reacomodo de la derecha neofascista. Sin embargo, no podemos perder de vista que la conducción de los gobiernos de izquierda se fue alejando, o no consideró la participación protagónica de los sectores del pueblo organizado en la toma de decisiones en la implementación y conducción de las políticas.
Podemos decir que han persistido las formas modernas de hacer política, imposibilitando el ejercicio colectivo/comunitario del poder, la visión de la vanguardia ha prevalecido impidiendo que las demandas del pueblo organizado (campesinos, indígenas, mujeres, afrodescendientes, y otros) sean incorporadas a las agendas de las políticas nacionales. En algunos casos se incorporaron a las agendas gubernamentales las exigencias de los sectores financieros y empresariales, no así con el pueblo. Las demandas que hoy se plantean colectivamente en las calles de nuestro continente, proponen saltos cuánticos para el hacer político, estas convocan a otras formas de relación, para la crisis civilizatoria que se evidencia, son insuficientes las transformaciones político-económicas que tradicionalmente han planteado las izquierdas. El problema no es solo la contradicción capital-trabajo. El problema no es solo el sistema económico capitalista, es fundamentalmente su modelo civilizatorio. Para detener la avanzada de la derecha neofascista, es fundamental colocar, promover, construir, desplegar en la acción política otras formas de ser, pensar y relacionarnos. Las agendas políticas de nuestros pueblos deben ser de carácter anticapitalista, antiimperialista, anticolonial y descolonial, antipatriarcal y despatriarcal, des-heterocentrada, reconfiguradora de la relación humanidad-naturaleza y subversiva a todas las formas jerárquicas del poder.
Siguiendo lo que acabas de decir: Venezuela se encuentra en una condición socioeconómica extrema, producida en gran medida por el asedio imperialista y criminal sobre el país, y empeorada por una serie de errores y conductas heredadas de la cultura capitalista en parte importante de la dirigencia de la revolución. Como académico comprometido, ¿cómo percibes la realidad y complejidad del proceso venezolano en la actualidad?
El proceso venezolano ha sido muy particular. En el año 1999 llega a la presidencia un militar nacionalista, que fue capaz de escuchar a los sectores históricamente explotados, porque de eso sectores venía, y vivir junto al pueblo que ha acompañado este proceso un proceso de radicalización hacia una perspectiva de izquierda antiimperialista. Ese fue el eje de la política de la revolución bolivariana en los últimos años de vida del presidente Chávez. A partir de este momento el imperialismo norteamericano agudizó sus políticas de asedio, ataque a la moneda nacional, cerco financiero que imposibilita la compra de alimentos, medicinas, repuestos para el mantenimiento y tecnificación de nuestras industrias básicas, compra de combustible, ataques y sabotajes terroristas a la industria petrolera y al sistema eléctrico nacional, explican en buena medida, el deterioro de las condiciones de vida del pueblo venezolano. Creo que este escenario político convoca a la participación del pueblo organizado en la conducción de las políticas de Estado. Sin embargo, los lastres modernos en las formas de hacer política por parte del gobierno actual impiden esta participación. Considero que las revoluciones son esencialmente ontoepistémicas, y ante la actual crisis del modelo civilizatorio un gobierno revolucionario debe avanzar estratégicamente hacia la construcción de otras formas de relación y de poder, unas que subviertan y trasformen el ejercicio moderno y de colonialidad del poder. Frente a esta necesidad, me parece fundamental que los gobiernos de izquierda o revolucionarios del continente escuchen el grito cosmogónico de Mandar Obedeciendo.
Berlín-Hanóver-Caracas, Enero 2021.