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Auto-organización migrante

Claves para entender la inflación en Alemania

Observar el aumento recurrente de los precios de los alimentos en el supermercado y recibir las boletas con aumentos en los costos de energía genera incertidumbre e incluso temor. Hace varios meses que venimos experimentando la profundización de un fenómeno poco usual para la economía alemana de las últimas décadas, cuyo desenvolvimiento a futuro aún no está claro. Este tiene diversas consecuencias para la población migrante: para quienes se encuentran realizando los trabajos más precarios y con ingresos mínimos, el aumento de precios pone en riesgo la subsistencia y el acceso a una vida con cierta calidad. Para quienes dependen de su capacidad de ahorro para poder ayudar a sus familias, significa que ese margen se reduzca cada vez más. Para quienes migraron para poder mejorar su condición económica y, por ejemplo, contar con tiempo para desarrollar sus vocaciones o estudiar, el contexto actual implica la necesidad de reducir ese tiempo, del que antes disponían gracias a los salarios comparativamente más altos con los del país de origen.

En el último tiempo la inflación se convirtió en un tema central de la agenda a nivel global, debido a que desde el inicio de la pandemia no han cesado los aumentos de precios en los países del Norte global. Para muches migrantes latinoamericanes esta experiencia no es nueva. Países como Venezuela o Argentina se encuentran entre aquellos que tienen las tasas de inflación más altas del mundo de manera sostenida hacer muchos años. Otros países de la región lo han enfrentado en el pasado, a pesar de que ahora se encuentren con tasas relativamente bajas. Sin embargo, la vivencia de este problema en un territorio en el que no conocemos tan bien el funcionamiento económico como tampoco las herramientas para enfrentar la inflación, lo convierte en un factor desconcertante. Con este texto queremos desde el Bloque Latinoamericano Berlín ayudar a hacer sentido de la situación que estamos viviendo y esbozar algunas herramientas con las que contamos para hacer frente a esta coyuntura.

Primero lo primero: ¿qué es la inflación?

La inflación es el aumento sostenido de los precios. ¿Por qué se genera este aumento? El proceso tiene dinámicas distintas en el Norte y en el Sur Global. En las economías donde la inflación no es una dinámica constante, como por ejemplo en Europa occidental, la inflación se desata en general por eventos inesperados como lo fue el cierre masivo de fábricas en Asia (en especial en China) por la pandemia o el aumento de los precios de los hidrocarburos generados por la guerra en Ucrania. En este contexto, los empresarios aumentan los precios porque preven un aumento de los costos de los materiales necesarios para volver a producir los bienes que están vendiendo actualmente. Entonces, transfieren estos costos extra a les consumidores como una medida preventiva. Esto implica un proceso de clara especulación, ya que los precios se fijan en función de estimaciones sobre el futuro que pueden o no ser correctas. La transferencia del aumento de costos a les consumidores tiene el objetivo de que los empresarios no disminuyan su margen de ganancia ante las eventualidades.

En el Sur Global, las dinámicas que generan la inflación son distintas y este fenómeno a menudo se vuelve permanente. En América Latina hemos vivido muchos procesos que están relacionados con cambios en el valor monetario: frente a una devaluación en la que la moneda local pierde valor, los productos importados se vuelven más caros y esto influye a su vez sobre los precios de los productos fabricados localmente que en su mayoría tienen insumos o maquinaria importadas. Hay que tener también en cuenta que los empresarios que exportan productos tienden a alentar la devaluación, ya que al pagar insumos y trabajo en moneda local y exportar en divisas logran ganancias extraordinarias. Los países del Sur Global también “importan” inflación ya que, si los productos aumentan en los países industrializados del Norte, generarán un impacto en los precios locales mediante el aumento del precio de las importaciones.

La inflación es un proceso constante y habitual en todas las economías del mundo. Para poner un ejemplo, la inflación en dólares fue del 663% desde 1970 hasta la actualidad, lo cual resulta en un 4% anual en promedio. Pero los periodos inflacionarios críticos como el actual son caóticos y no responden de forma directa a sus causas evidentes, sino que desatan dinámicas de especulación en la que los sectores que son dueños del capital tienen la capacidad de definir los precios aún más que de costumbre.

¿Qué significa la inflación para nosotres?

El aumento de precios conduce a una pérdida del valor real del salario, dado que con el mismo dinero es posible comprar menos que antes. Debido a que los salarios habitualmente aumentan luego de largas negociaciones entre sindicatos y empresarios, se dice que el salario “corre” siempre detrás de la inflación. Mientras los precios aumentan de forma constante, los salarios no. A su vez, los países suelen publicar índices de inflación promedio, pero el impacto en los diversos productos es distinto. Por ejemplo, el aumento de precios de los alimentos suele ser mucho más alto que el de los nuevos autos de lujo. Esto genera que el impacto sobre los sectores con menos ingresos sea aún mayor, ya que la inflación suele afectar más a los bienes de consumo básico y los índices no reflejan este impacto.

La inflación es una puja entre el ingreso de quienes vivimos de nuestro trabajo y la ganancia de los empresarios. Si bien en los procesos inflacionarios los salarios suelen aumentar, las experiencias históricas en todo el mundo muestran que estos incrementos van tendencialmente por debajo de la inflación y terminan en la pérdida de poder adquisitivo.

¿Qué se puede hacer para frenar la inflación?

El actor principal que cuenta con herramientas para frenar la inflación es el Estado. Tiene recursos diversos que se han aplicado en contextos inflacionarios en distintas partes del mundo. La primera medida a la que recurrieron los estados europeos y Estados Unidos frente a la inflación es el aumento de las tasas de interés (es decir lo que pagan los bancos por el dinero depositado), lo cual motiva el ahorro en bancos y contribuye a enfriar la economía, buscando así bajar los precios. Si bien esta medida puede ser efectiva frente a un aumento de precios que se produzca por desajuste entre la inversión, la demanda y la oferta, en el caso de un pico inflacionario de las características actuales, es una medida insuficiente e inefectiva.

Otra herramienta posible es la regulación de los precios: el Estado puede definir precios máximos para determinados productos (por ejemplo alimentos), impidiendo la especulación por parte de los empresarios. Esto sucede por ejemplo en Argentina con los precios del combustible, precio que es clave porque influye en el costo de todos los otros productos que deben ser transportados de un lugar a otro. En algunos casos, el Estado podría utilizar esta herramienta como forma de limitar la ganancia de los empresarios y hacer que ellos asuman el costo de la inflación, mientras que en otras lo puede hacer otorgando subsidios que garanticen esta ganancia y que el costo salga de la recaudación del estado o del endeudamiento. La opción por una o por otra depende del contexto político, de la relación de fuerzas y de la influencia que tengan los sectores empresarios vinculados a ciertas áreas de la economía sobre el Estado. La medida que se anunció algunas semanas para limitar los precios del gas en Alemania, por ejemplo, se ubica dentro de la segunda opción, en tanto implicaría la compra a las empresas privadas a un precio alto y la venta a los consumidores a un precio menor, subsidiando así la ganancia de las empresas en base a un endeudamiento del estado.

¿Quién paga el costo de la inflación?

Lo que está en juego en un proceso inflacionario es quién paga su costo. Una opción es que el aumento de precios se traduzca en una pérdida del valor real de los salarios, otra es que el costo lo absorban las ganancias de quienes son dueños de los medios de producción. Por este motivo, las luchas laborales y de los movimientos sociales toman una importancia central en estos contextos.

Los sindicatos cumplen un rol clave a la hora de resistir y enfrentar la perdida del poder adquisitvo producto de la especulación empresarial. Por un lado, porque son quienes negocian los salarios teniendo capacidad de frenar la producción y por otro, porque son quienes conocen de primera mano los procesos de producción, sus costos y sus márgenes de ganancia. A su vez, los sindicatos pueden ayudar a establecer los pisos mínimos de negociación para otros sectores que no cuentan con el mismo poder de fuego. Un aumento de los salarios producto de las negociaciones de los sindicatos, resulta también en un aumento de los ingresos de los sectores precarios e informales.

El conjunto de movimientos y organizaciones populares, dentro y fuera de las áreas laborales, cumplen también un rol fundamental. Las estrategias de los movimientos sociales tienen comúnmente dos pilares centrales: la movilización callejera para presionar al Estado y la autogestión como respuesta concreta ante las necesidades urgentes. La movilización callejera, las campañas y el trabajo mediático son claves para generar respuestas políticas que enfrenten los problemas de raíz de la inflación. Es central plantear la necesidad de que el Estado garantice los derechos humanos básicos: vivienda, salud, educación, transporte, etc. Un primer paso es exigir la regulación de los precios para evitar la especulación. Un segundo paso es romper con la mercantilización de estas áreas para que el acceso a estos derechos básicos esté garantizado para el conjunto de la población. Sin embargo, la exigencia al Estado no es suficiente cuando los problemas son urgentes. Como observamos en América Latina, los movimientos sociales cumplen un rol central en ocupar los vacíos que dejan el Estado y el mercado. En contextos inflacionarios, la producción y distribución de productos a precios populares, la realización de ollas populares y la compra y distribución conjunta para evitar a los intermediarios son herramientas decisivas para responder a la crisis. Los contextos inflacionarios son también un momento clave para que nos planteemos la necesidad de transparentar los números de la producción y entender cuánto salen realmente los bienes que consumimos: cuánto del precio que pagamos queda en mano de quienes trabajan en su producción y cuánto va a la ganancia de los empresarios.

Contextos nos ponen ante el desafío de profundizar los lazos de solidaridad, el apoyo mutuo y la autogestión, al mismo tiempo que la exigencia al Estado para que cumpla con los derechos conquistados por las luchas populares. Las crisis como las actuales son momentos en donde se transparenta la perversidad e insostenibilidad del sistema, dejando en claro la necesidad de desarrollar nuevas formas de organizarnos para transformar la realidad. 

Authors: Dario Farcy, Cecilia