La narcoderecha declara la guerra al pueblo
Después de siete años de gobiernos de derecha, Ecuador pasó de ser el segundo país más seguro de la región a ser el más violento. El desmantelamiento neoliberal del Estado y la cooptación de las instituciones judiciales y las fuerzas represivas por actores narcopolíticos permitieron que el narcotráfico expandiera sus operaciones en el país. Ante este escenario de precarización y violencia, principalmente los jóvenes racializados y empobrecidos son reclutados por organizaciones delictivas y sirven de carne de cañón.
La espiral violenta
Debido a reacomodamientos geopolíticos e intereses de las élites nacionales y las grandes potencias, Ecuador se ha convertido en un enclave estratégico para el almacenamiento, distribución y exportación de cocaína a Europa y Estados Unidos. Finalmente, el tráfico de cocaína es una práctica colonial: Su consumo se concentra en los centros imperiales del norte y en el sur nos queda la violencia y el despojo. Las bandas, con vínculos a los grandes carteles internacionales, se disputan el control del territorio y las rutas del narcotráfico, en una escalada de violencia que ha generado decenas de masacres carcelarias y una oleada de inseguridad en las calles y miedo en los corazones. El anterior año fue el más violento de la historia ecuatoriana. El país cerró el 2023 con más de 40 homicidios por 100 mil habitantes, la cifra más alta de América Latina. Nos duele profundamente y denunciamos que Ecuador se está desangrando por culpa del narcoestado y sus cabezas dentro y fuera del gobierno.
La terapia de shock
El 9 de enero fuimos testigos de una nueva ola de violencia sin precedentes. Tras la fuga de la cárcel de alias Fito, líder narcotraficante de la banda Los Choneros, el gobierno del magnate bananero Daniel Noboa aceptó desconocer su paradero, declaró el estado de excepción y anunció la puesta en marcha del llamado “Plan Fénix”. Este prevé la construcción de megacárceles, inspirado en el modelo de securitización autoritaria del presidente de derecha Nayib Bukele en El Salvador. Como respuesta, se desataron una serie de acontecimientos violentos que conmocionaron al Ecuador y al mundo: motines en cárceles con guardias penitenciarios de rehenes, vehículos en llamas, la toma en vivo de un canal de televisión por bandas criminales y el intento de secuestros en la Universidad de Guayaquil. El toque de queda, la evacuación de lugares de trabajo y unidades educativas, el autoconfinamiento y la circulación de videos violentos en medios corporativos y redes sociales generaron un panorama de pánico en la población.
El decreto de guerra
Este escenario de violencia extrema allanó el camino para que el presidente Daniel Noboa firmara el Decreto 111. Este declara oficialmente el “conflicto armado interno” en Ecuador bajo el discurso de la lucha contra las bandas criminales y el narcotráfico. Sin embargo, los peligros que este decreto conlleva para el pueblo y la organización popular son inminentes. Al anunciar un estado de guerra contra bandas consideradas “terroristas y actores no estatales beligerantes”, el Estado incurre en el riesgo de otorgar un estatus erróneo de “combatientes” a grupos de delincuencia organizada. La retórica de “Estado bueno vs. criminales malos” opaca el hecho de que actores en las altas esferas estatales, políticas, policiales y de empresas privadas son parte activa de las redes de lucro y violencia del narcotráfico.
El odio
Lo más preocupante es que el Decreto 111 constituye un nuevo pico en la militarización de la vida social y la criminalización de la juventud empobrecida. A una semana de su implementación, hemos visto con horror cómo el Decreto 111 es un cheque en blanco para que policías y militares vulneren los derechos de cualquiera que presente “actitud sospechosa”. Jóvenes racializados de los barrios más empobrecidos han sido violentados por las fuerzas represivas más que antes. La población privada de libertad ha sido puesta bajo sospecha general y desprovista de derechos básicos. La conmoción y el miedo aupados desde el narcoestado y los medios hegemónicos azuzan el racismo y el odio a lxs pobres, justificando peligrosas demandas para “darles bala a todos”.
El neoliberalismo autoritario
El estado autoritario se sostiene mediante la represión masiva y el terror. En Ecuador, se avecina una mal llamada consulta popular. Noboa va a instrumentalizar la retórica de la “guerra contra el terrorismo” tanto para fortalecer a las fuerzas armadas y la policía como para profundizar el ajuste neoliberal. La impunidad y el terrorismo de Estado podrían ser el resultado sangriento. En términos económicos, el gobierno ya anunció que va a financiar la supuesta “guerra contra el narcotráfico” mediante un aumento del impuesto al valor agregado (IVA). Este incremento es una medida profundamente injusta que ataca principalmente el bolsillo ya despojado de los sectores populares. Mientras tanto, la Exportadora Bananera Noboa, perteneciente a la familia del presidente, tiene una deuda de 88 millones de dólares y denuncias por explotación laboral. Es imperativo que la oligarquía pague sus deudas y deje de robarle al pueblo ecuatoriano. Sin salud, vivienda, educación ni trabajo digno, la narcoderecha autoritaria va a seguir usurpando a la base social empobrecida de América Latina.
El ataque a la organización popular
Desde 2017, los gobiernos de Lenín Moreno hasta Guillermo Lasso profundizaron los recortes neoliberales, aumentando la desigualdad social y forzando a cientos de miles de compatriotas a migrar en búsqueda de un mejor futuro. A la par, radicalizaron la receta represiva contra la movilización indígena y popular. La “guerra contra el terrorismo” hoy le sirve a la narcoderecha en el poder para estigmatizar y criminalizar más aún a las organizaciones y colectivos sociales que luchan por una vida digna para todxs.
Las derechas regionales y la injerencia gringa
La terapia de shock agudizada desde el 9 de enero fortalece una política militar autoritaria que agravará aún más la espiral de violencia en Ecuador. Pero el extremismo de la narcoderecha no conoce fronteras. El 10 de enero, Patricia Bullrich, ministra de seguridad del anarcocapitalista Javier Milei en Argentina, anunció que está dispuesta a mandar apoyo militar a Ecuador. “Es un tema continental”, aseguró. El gobierno de extrema derecha de Israel, en medio del genocidio que perpetra contra el pueblo palestino, tampoco dudó en ofrecer colaboración en seguridad al derechista Noboa. Estas señales alarmantes hacen del Ecuador el epicentro de la estrategia de seguridad y muerte a nivel regional. Los ecos sangrientos de la violencia perpetrada a nuestrxs hermanxs en Colombia y México con la excusa de la “guerra contra las drogas” dejaron de retumbar en la lejanía hace mucho tiempo. El libreto del “conflicto armado interno”, está siendo reciclado sobre los cuerpos racializadxs, empobrecidxs y considerados descartables. Ya en el 2022, el expresidente banquero Guillermo Lasso pidió a Estados Unidos aplicar un “Plan Ecuador”. El Decreto 111 de Noboa es el terreno perfecto para consumar la inminente injerencia gringa que tanta sangre ha derramado en la historia de Nuestramérica.
La solidaridad sin fronteras
Nuestras voces de denuncia nunca serán silenciadas por el terror que nos imponen para intentar paralizarnos. Ante la política de muerte, nosotrxs respondemos con nuestro profundo amor por la vida y la esperanza. Tenemos la tarea histórica de construir alternativas viables para el buen vivir de nuestra gente. Seguiremos tejiendo redes de solidaridad con todos los pueblos oprimidos que han sabido resistir los embates represivos y dibujar mejores mañanas colectivos. Es más importante que nunca estar alertas, acuerparnos y profundizar la organización popular y la contención desde todos los rincones. El abrazo compañero sabrá cobijarnos en esta noche oscura. Recordamos más que nunca a nuestra compañera Dolores Cacuango, lideresa indígena comunista:
“Nosotrxs somos como los granos de quinua. Si estamos solxs, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidxs en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer.”