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Alemania en el banquillo de los acusados

¿Qué ha ocurrido?

Desde la publicación de nuestro último artículo sobre Palestina en noviembre, mucho ha sucedido y, sin embargo, la situación fundamental no ha cambiado: el genocidio contra el pueblo palestino continúa incesante. Desde el 7 de octubre, Israel ha asesinado a más de 30.000 personas en Gaza, destruido más del 70% de las viviendas y desplazado a 1.7 de los 2.3 millones de habitantes. Como si estas cifras terribles no fueran suficientes, les palestines en Gaza están siendo deliberadamente hambreades y experimentan la mayor crisis alimentaria desde la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, Alemania también se encuentra en el banquillo de los acusados como cómplice de este genocidio. El 1 de marzo, Nicaragua inició un proceso contra Alemania en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

La acusación se basa en que Alemania ha suspendido todos los pagos al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA) y ha suministrado armas a Israel, sabiendo que se utilizan para llevar a cabo el genocidio. La demanda se basa en el fallo de la CIJ de enero, cuando Sudáfrica acusó a Israel de genocidio y la CIJ concluyó que “al menos algunas de las reclamaciones presentadas por Sudáfrica son plausibles”.

Las audiencias al respecto comenzarán el 8 y 9 de abril en La Haya.

¿Es justificada la acusación?

Los medios de comunicación alemanes apenas informan sobre la acusación. Cuando lo hacen, destacan el carácter autoritario y las violaciones de los derechos humanos del gobierno nicaragüense de Ortega. Esta crítica liberal es una maniobra clásica de distracción para evitar hablar sobre el contenido de la acusación misma y desacreditar su veracidad.

A veces las banderas más justas son levantadas por manos incómodas. Esto ocurre en el caso de Nicaragua, que tiene una larga historia de relación con el pueblo palestino, desde la época de la revolución sandinista. Esta relación sigue siendo fuerte, a pesar del acercamiento de Ortega a las iglesias evangélicas fanáticas, que exaltan a Israel como un pueblo elegido que tiene derecho divino a ocupar las tierras palestinas. Así mismo, la denuncia visibiliza que los crímenes de lesa humanidad no solo son asunto de países construidos como “subdesarrollados” o “incivilizados”, sino que Euronorteamérica, de forma cínica e hipócrita, se reserva el derecho de decidir qué masacres son condenables, y cuáles deben ser financiadas con armas y apoyo político.

Es verdad que el gobierno de Ortega se encuentra bajo investigación precisamente por los mismos organismos de las Naciones Unidas por sistemáticas violaciones a los derechos humanos, pero este país no está solo con esta acusación. Es la continuación lógica del proceso de la CIJ de Sudáfrica contra Israel. En enero, treinta estados más se unieron a este proceso, casi todos antiguos territorios colonizados. De América Latina, estos incluyen a Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba y Venezuela. Es el sur global, independientemente del carácter de sus gobiernos, el que alza la voz para denunciar los crímenes que Netanyahu y las fuerzas armadas de Israel cometen a diario contra el pueblo palestino.

El silencio del Occidente sobre Gaza y el apoyo a Israel socavan cada vez más la credibilidad de los estados occidentales como Alemania. En los últimos tiempos, cada vez más países del Sur han expresado valientemente su desacuerdo y se han colocado abiertamente en la tradición de la lucha contra el imperialismo.

Esto ya está teniendo claros efectos. Israel se enfrenta a un aislamiento internacional creciente. Desde la acusación, muchos países como Canadá y Australia han reanudado su apoyo a la UNRWA. La acción de Nicaragua hace que sea incómodo y cada vez más difícil para Alemania y otros estados continuar con una política exterior como la actual.

Discursos en declive

Dentro de Alemania, la crítica internacional parece resbalar como agua de un loto. El discurso en los medios alemanes está marcado por la llamada cultura del recuerdo (Erinnerungskultur). Según esta, Alemania tiene una supuesta relación ejemplar con su propia historia. Se destaca que los alemanes han abordado críticamente las lecciones del Holocausto. En la mejor tradición de los colonizadores, Alemania adopta una postura de superioridad: afirma saber qué es el genocidio, qué significa el antisemitismo, y trata de imponer estas ideas al mundo entero. En esta lógica perversa, la supuesta lección para el mundo es una solidaridad incondicional con Israel y una equiparación automática de la crítica a Israel con el antisemitismo. Esta narrativa se repite una y otra vez en casi todos los medios.

Namibia lo criticó abiertamente a principios de año: Alemania es “incapaz de aprender las lecciones de su cruel historia” en relación con Gaza. Namibia sabe exactamente de lo que habla. Entre 1904 y 1908, Alemania cometió genocidio contra los Herero y los Nama en Namibia. Alemania no lo reconoció hasta 2021.

Con gran claridad, Nicaragua y Namibia señalan la coparticipación de Alemania en el genocidio en Gaza. Además, exponen la hipocresía de la supuesta superioridad moral de Alemania. En lugar de prevenir genocidios, Alemania instrumentaliza su propia historia con fines imperialistas. Esto pone al descubierto la doble moral y la hipocresía de la política alemana.

¿Qué significa esto para nosotres?

Como colectivo migrante, no creemos en la lógica perversa de la cultura del recuerdo alemana. A través de nuestras luchas, conocemos otras narrativas. Somos capaces de señalar las contradicciones y sacudir la hegemonía. Y eso es lo que hemos estado haciendo cada vez más en los últimos meses: a pesar del aumento de la represión, las organizaciones migrantes de esta ciudad son quienes han logrado organizar las mayores manifestaciones de solidaridad con Palestina en décadas.

Podemos tener esperanza de que incluso dentro de la izquierda alemana será cada vez más difícil defender por qué el estado genocida de Israel merece una solidaridad incondicional. Esto nos puede dar fuerza y legitimidad para organizarnos contra las posiciones antideutsch y marginarlas cada vez más. En vista de la fuerza cada vez mayor de la derecha, esto es de enorme importancia. Necesitamos una izquierda fuerte, unida, antirracista y antiimperialista para construir un contrapeso a la derecha.

Para ello, la acusación de Nicaragua por sí sola no es suficiente, pero es una señal fuerte y esperanzadora desde el Sur que puede apoyar nuestras luchas aquí y en todo el mundo por Palestina.

De Abya Yala a Palestina: ¡Fuera el imperialismo! 🍉