Gane quien gane en la batalla electoral, pierde Venezuela
El pasado 28 de julio desde las 6 de la mañana que abrieron las mesas de votación en los 24 estados del país, se inició otro capítulo de una larga historia de elecciones populares en Venezuela. La número 30, desde hace 25 años, cuando con la victoria electoral del presidente Chávez se logró romper con la larga y terrible herencia del pacto de Punto Fijo, donde los principales partidos de derecha (Acción Democrática y el partido socialcristiano Copei) se repartieron el poder político durante más de 40 años, a costa de la entrega total de los recursos del país al FMI y las petroleras estadounidenses, a costa del hambre del pueblo en el auge del neoliberalismo a inicios de los 90 y de la desaparición, tortura y masacre de miles de estudiantes, campesinos, trabajadores y militantes de la izquierda, que aún no encuentran justicia.
Es importante recordar esto para evitar hacer un análisis simplista y descontextualizado, ahistórico y sin memoria, de la coyuntura política actual y del proceso electoral reciente. La memoria colectiva o la ausencia de ella, es un elemento que hoy en Venezuela y fuera de ella, en la diáspora de más de 5 millones de venezolanos, juega un rol fundamental en los resultados y en el proceso de estas elecciones presidenciales.
El actual presidente Nicolás Maduro ha sido reelegido por un mandato de seis años con un total de 5.150.092 votos correspondientes al 51,2 % de votantes, seguido por el candidato de la derecha tradicional Edmundo González (véase más sobre la trayectoria política de este personaje1) con un total de 44,2% del espectro de votantes con 4.445.978 votos.
Por más que la mediática nacional iniciara temprano la operación de desinformación y fake news, argumentando que había irregularidades en el proceso de votación y estallidos de violencia en las zonas populares, las calles de las principales ciudades y pueblos estaban tranquilas. Los venezolanos fueron a votar a primera hora del día para luego resguardarse en sus casas, y esto responde al miedo que existe en las comunidades de posibles estallidos de violencia en las calles, que ya se vivieron en el país en el año 2016 con las guarimbas2. Tampoco es cierto el discurso de los medios oficialistas, que mostraban a un pueblo celebrando y en la llamada fiesta democrática como ha sido tradición en la historia electoral durante el gobierno de Chávez. Estas elecciones fueron definitivamente diferentes a elecciones pasadas: una parte importante de la población se abstuvo de votar, así como un gran número de jóvenes con edad de votar que ni siquiera están inscritos en el sistema electoral. Estos elementos responden a un evidente descontento con la gestión de Nicolás y una ausencia de identificación con el discurso intervencionista de María Corina Machado, líder de la oposición de derecha, inhabilitada de ejercer cargos públicos por llamar abierta y públicamente a una intervención militar en Venezuela.
Desde horas de la tarde del 28 de julio ya el partido de María Corina Machado y Edmundo González (MUD) estaban desconociendo el proceso electoral y declarando un fraude. Los resultados oficiales fueron informados en cadena nacional por el organismo rector electoral CNE, estos resultados sí fueron reconocidos por otros candidatos que participaron en las elecciones.
Se activó entonces el manual del sabotaje, la violencia y el intervencionismo. Las redes sociales y plataformas de chat son la punta de lanza de la guerra mediática contra el pueblo venezolano. Llaman a salir a la calle a “defender la libertad”, a desconocer los resultados de las elecciones y a generar violencia. Los resultados al día de hoy, 31 de julio, son varios muertos, algunos en linchamientos en la calle a personas consideradas “chavistas”, la quema de hospitales públicos, el derribamiento de estatuas de Chávez y caciques indígenas bajo cantos de “viva cristo” y banderas estadounidenses, el cierre de vías principales en algunas ciudades, la agresión a embajadas de Venezuela en el exterior, más de 500 detenidos. El espectro de personas que forman parte de estas protestas es muy amplio: hay presencia de bandas criminales, grupos armados, y gente común de las zonas populares que en hartazgo a las políticas del gobierno hoy arriesgan su vida y la seguridad de sus comunidades en defensa de la oligarquía y su paquete imperial.
La distribución de videos falsos que apuntan a que la policía y la guardia nacional está “masacrando” al pueblo son parte de la estrategia de generar una reacción internacional que presione y logre finalmente una injerencia a la soberanía venezolana, legitimando así un golpe de estado orquestado por los intereses económicos y políticos de la extrema derecha en el continente con el respaldo del comando sur de Estados Unidos, quien en boca de Laura Richardson, pide que a los venezolanos ser carne de cañón en la calle y amenaza con intervenir militarmente a Venezuela, “si el pueblo así lo pide”.
Las próximas horas son decisivas para el país, el gobierno nacional ha denunciado un golpe de estado en proceso, además de un sabotaje del sistema electoral perpetrado fuera de Venezuela, la MUD pretende autoproclamar a Edmundo González (como lo hizo ya con Guaidó) como presidente y denuncia que el CNE no ha publicado el total de los votos. Sin embargo, es importante decir que los resultados de la totalidad de los votos, aunque no hayan sido publicados en la página oficial del CNE, han sido entregados a cada uno de los candidatos/partidos, quienes a excepción del candidato de la MUD (Edmundo González) han reconocido los resultados, algunos de forma pública.
Algunos presidentes de la región han dado declaraciones desconociendo los resultados de las elecciones haciendo de jueces de un proceso soberano y nacional. Se ha naturalizado que en el caso de Venezuela los poderes gubernamentales extranjeros se atribuyen un rol ilegítimo de veedores de la “democracia”, lo que no sucede con procesos electorales de otros países de la región, y por supuesto aún menos con países europeos o norteamericanos. Venezuela sigue siendo foco, y más que un país o un pueblo y su destino, les importa el oro negro bajo tierra.
Estamos en medio de una encrucijada entre un gobierno capitalista y burocrático (la etapa stalinista) que desvió hacia la derecha el proyecto revolucionario y bolivariano del pueblo venezolano liderado por Chávez, y una derecha tradicional implicada en el asedio, el intervencionismo imperialista, que propone el mismo paquete económico de Milei y Noboa, es decir, gobernar para las trasnacionales a costa del hambre, la persecución a los movimientos sociales, la pérdida de derechos y la vuelta a los tiempos más oscuros de nuestro continente bajo la tutela yanqui, que no significa más que muerte y terror para las mayorías. Esta encrucijada donde gane quien gane pierde el pueblo.
El llamado es a organizarse para defender el proceso desde una mirada crítica, lejos de los candidatos de derecha, desde abajo y a la izquierda. El llamado es a hacer una lectura anti-imperialista y revolucionaria, el llamado es a no caer en el simplismo y descontextualizar una coyuntura política tan compleja como la venezolana, donde la desesperanza y el hambre son el saldo de un bloqueo económico criminal y una gestión de gobierno que traicionó el camino de la verdadera liberación de un pueblo que construyó con lucha, amor y vida un país posible, un país para los muchos. Y eso es algo que el imperialismo nunca nos perdonará, haber sido para el continente y para millones de personas en el mundo una referencia de esperanza por una vida digna.
Y como decía el cantante del pueblo, Alí Primera: “Dale que la marcha es lenta, pero sigue siendo marcha. Dale que empujando el sol se acerca la madrugada…”
- https://www.aporrea.org/oposicion/a330920.html ↩︎
- Guarimbas: concentraciones violentas de carácter fascista que generaron una desestabilización del país en el año 2016, y dejaron como saldo cientos de personas heridas y asesinadas por ser “chavistas” en linchamientos y quemas públicas en las principales ciudades de Venezuela. ↩︎