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Solidaridad con América Latina

Destrucción creativa. O lo que ya sabíamos del futuro.

Desde  el Bloque Latinoamericano, consideramos que la acción política y el análisis coyuntural son ejercicios que se complementan mutuamente, para así tejer horizontes de lucha. Por ello, queremos presentar estas importantes reflexiones de nuestro compañero Dario Farcy, a propósito del reacomodo actual del capital frente a la contingencia (post)pandémica. 

El capitalismo se ha caracterizado históricamente por externalizar, o ubicar fuera del ámbito de valorización del capital los resultados indeseados de la producción, así los costos vinculados al pago de los trabajos de cuidados, las consecuencias medio ambientales de la producción y la infraestructura necesaria para el traslado de las mercancías y personas siempre fueron relegadas al ámbito familiar o público. Como ya sabemos, incluyendo todos estos costos en el proceso de acumulación el capitalismo no tendría la mas mínima chance de defender su sostenibilidad. La plusvalía, que es la base de la acumulación, esta compuesto entonces no solo por la fuerza de trabajo que se aplica en la esfera productiva, sino también por todos esos recursos (también fuerza de trabajo pretérita) que son aplicados en esos ámbitos donde el capital decide no mirar pero si aprovechar el resultado.

Durante mucho tiempo se discutió como llegó el capitalismo a ser el sistema global que hoy conocemos, y más allá de las diferentes posturas sobre la incidencia en términos políticos, culturales y militares una variable se impone por sobre las otras. Los saltos tecnológicos producidos por el conjunto de la sociedad humana fueron aprovechados para profundizar el proceso de acumulación; así el desarrollo de la computación, originado como un elemento de cifrado militar, fue puesto al servicio de las transacciones internacionales haciendo mucho más cortos los tiempos para la movilidad del capital.

También estos saltos tecnológicos fueron acompañados de una reorientación de los esfuerzos colectivos hacia la acumulación de capital. Las fuerzas productivas desarrolladas durante la segunda guerra mundial dieron inicio a la etapa de mayor crecimiento del capitalismo en su historia bajo el formato del Estado de bienestar y el modelo fordista. La destrucción de capital, relaciones sociales e instituciones permitió al capitalismo lanzarse en la construcción de un modelo global como nunca antes. Hubiera sido imposible para el capitalismo lograr ese nuevo régimen de acumulación sin el nuevo orden de prioridades que imprimió la destrucción generalizada de la segunda guerra mundial.

El Banco Mundial prevé que la caída del producto bruto mundial sera en 2020 de por lo menos 5,2%, más del doble de la caída sufrida a nivel mundial en el 2009 luego de la crisis financiera. En las economías centrales el impacto sera aún mayor, en torno al 7%. Siguiendo estos datos estamos ante la crisis mundial más grande desde el estallido de la segunda guerra mundial. En la mayoría de los países se ha incrementado la pobreza y la desigualdad. Los Estados se han endeudado para hacer frente a las nuevas demandas sanitarias de la sociedad.

Por su parte los empresarios más importantes del mundo han amasado millones de dólares gracias a los aportes que han hecho los Estados para evitar que la crisis sea aún peor; millones de personas han perdido sus empleos y sus formas de vida; al mismo tiempo los empresarios vinculados al comercio online han embolsado sumas astronómicas de dinero. Del otro lado, millones de pequeños productores y comerciantes han tenido que cerrar sus puertas en todo el mundo ante la imposibilidad de comercializar sus productos. Miles de millones de trabajadorxs han perdido su empleo durante la pandemia.

La demanda de petroleo, y de la industria vinculada a este producto (como la automotriz) han caído  debido a la mayor caída de la demanda de la historia. Ante una batalla feroz con las nuevas energías renovables este puede ser el comienzo del fin de las tecnologías vinculadas con el petroleo. No resulta casual, que en la batalla electoral de este año en EUA se hayan alineado claramente dos sectores de la industria global en torno a cada candidato; por un lado los partidarios del capitalismo verde siguieron la agenda demócrata, mientras que las principales industrias del petroleo se alinearon con Trump. Cierto es que para entender la derrota del presidente naranja hay que tener en cuenta otras variables, pero si se puede afirmar que los sectores populares que Trump buscó interpelar con sus políticas son los perdedores del avance del capitalismo globalizado en su etapa financiera. Los demócratas por su parte, parecen ya estar anunciando el nuevo giro de la moda del capital: el capitalismo ecologista.  

Si como dijimos la segunda guerra mundial (como corolario de la segunda revolución industrial que definió al petroleo como principal motor del capitalismo) permitió la acumulación y destrucción necesaria para la construcción de un sistema civilizatorio basado en la acumulación del trabajo ajeno, no sería descabellado pensar en que este nuevo ordenamiento siente las bases para la siguiente fase del capitalismo.

Mientras discutimos medidas sanitarias, lockdowns y números de fallecidos se erige ante nuestros ojos una reorganización del capital. Los grandes fondos de inversión y multinacionales que venían hace varias décadas hablando de la “robotización” han encontrado un aliado perfecto e inesperado para terminar de imponer las “bondades” de un capitalismo sin fabricas y de fabricas sin trabajadores. Sin embargo, por más autos eléctricos que haya siempre alguien tendrá que recolectar el litio en América del Sur. La desesperación global por la llegada de un virus mortalmente vinculado con la dinámica interna del sistema capitalista, parece haber establecido un futuro en donde nuestras sociedades ya no tendrán que debatirse entre explotadxs y explotadorxs, sino que el objetivo al cual aspirar sea el de encontrarse entre el grupo selecto de lxs incluidxs.

Dario Farcy

Berlin, Diciembre de 2020.