Diálogo de perspectivas latinoamericanas para la emancipación social
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Esta nota se centra en el ejercicio reflexivo y colaborativo con las luchas por la justicia climática y las perspectivas migrantes en Alemania. Nosotrxs creemos que un futuro mejor es posible y estamos convencidxs que podemos construir una sociedad que no esté organizada alrededor de la explotación del capital por encima de la vida; una sociedad donde la naturaleza, nuestra vivienda y trabajo no sean mercancía intercambiable.
Nos motiva hacer un aporte a las acciones políticas que no solamente se planteen agendas concretas de lucha sino que puedan realmente ganarlas. Estos aportes surgen de las reflexiones que hemos profundizado en los espacios políticos con los que estamos vinculadxs. Queremos tomar posición frente los actuales debates políticos de la decolonialidad y los ejes que dentro de este debate nos parecen importantes para fortalecer la construcción de una teoría política que acompañe los procesos de transformación históricos que nos movilizan y nos lleven a una organización más efectiva.
Nuestro contexto político
A fines del año pasado se consolidó el gobierno de la Ampelkoalition (los Verdes, Socialdemócratas -SPD- y Liberales -FDP-) después de muchos años de tener a la CDU (Unión Demócrata Cristiana de Alemania) en el gobierno. Había una expectativa por parte de algunos sectores de la sociedad, de que fuera un gobierno más progresista que el anterior, por los avances de los movimientos de justicia climática y la idea del Green New Deal, que podrían responder a algunas exigencias sociales de los últimos años.
A la fecha van mas de seis meses de gobierno y ya podemos hacer una primera apreciación de la línea conservadora de esta coalición. No solo no hay políticas claras respecto al límite de los 1.5 , sino que además vemos como este gobierno profundizó las políticas extractivas en América Latina, por ejemplo con los recientes acuerdos para la extracción de carbón en Colombia (que ahora están en crisis debido a la reciente asunción de un gobierno progresista con Francia Márquez como vicepresidenta ). Sumado a la millonaria inversión militar, que evidencia que para este gobierno la guerra es más prioritaria que las políticas sociales y ecológicas.
¿Dónde creemos que debemos centrar la política?
Haciendo honor a la experiencia de las luchas de resistencia en América Latina, creemos que las transformaciones sociales profundas no vamos a lograrlas con negociaciones en el parlamento, sino construyendo poder desde las bases. Esto significa que el poder nace de la necesidad del pueblo de mejorar sus condiciones de vida y en ese sentido lucha contra las opresiones de clase, género y etnia. Un poder que coloca en el centro la vida y se construye desde los discursos, ahnelos y cumplimientos de los derechos fundamentales y necesidades materiales de les oprimides.
Tomamos como ejemplo las luchas por la legalización del aborto, la ley de identidad de género y la ley de cupo laboral travesti-trans en Argentina. Todas estas son luchas que no se ganaron pidiendo permiso a las estructuras de poder estatal, son luchas que se ganaron construyendo organizaciones populares y colectivas, con metodologias basadas en la educación popular, que supieron combinar la autorganización con la dimensión mas amplia de la disputa política.
Basándonos en la idea de contra-poder que propuso Gramsci o de un poder revolucionario como planteaba el guerrillero argentino , es que creemos fundamental construir organizaciones colectivas que se proyecten en el mediano y largo plazo, que logren interpelar a personas que no estén organizadas; ya que para alcanzar los cambios estructurales que necesitamos, tenemos que ser muchxs.
El rol de les militantes
Es sobre este análisis contextual que nos preguntamos sobre cuál es nuestro rol en las organizaciones y la cultura política que construimos. Es así que nos preguntamos ¿Cómo poder construir metodologías teniendo conciencia de nuestros posicionamientos en la sociedad en términos de género, de experiencias de racialización, entre otros; y que nos permita potenciar nuestra práctica política y no obstruirla?
Tanto el movimiento de disidencias sexuales con el feminismo argentino y el pensamiento político del guerrillero latinoamericano Che Guevara coincidian en un punto crítico sobre la transformación social: no podemos construir una nueva sociedad con “las armas melladas del capitalismo”, ni tampoco podemos dejar de olvidar que lo personal es político cuando se trata de experiencias comunes a determinado sector oprimido de la sociedad.
Sin embargo notamos que las metodologías políticasterminan generando que lleva a la paralización de la práctica política debido a que individualizan problemas que son colectivos y sistémicos. Lo vemos claramente cuando en los activismos las personas invierten más tiempo señalando a quienes han sufrido menos opresión por los sistemas violentos, hetero cis sexistas, coloniales y racistas. En vez de preguntarse cómo construir espacios donde las diferencia permitan tejer alianzas para ganar luchas urgentes.
Uno de tantos ejemplos es cuando se llama al silencio a las personas que han tenido educación universitaria, con el argumento de que “tuvieron muchos privilegios por poder acceder a la educación” ¿Acaso la educación no debería ser un derecho universal? ¿Que las personas no accedan a la educación universitaria no debería ser considerado un derecho vulnerado?
Esta lógica del chequeo constante de “los privilegios” generan la sensación de que si no sufriste lo suficiente no puedes hablar. Esto genera una competencia individualizante de quién tiene más derecho al uso de la palabra y mayor representatividad sobre las comunidades más vulneradas.
Es verdad también, que existe un sin fin de personas sobre todo europeas, academicistas, blancas, cisgénero, heterosexuales, varones, etc. que no saben situarse y ocupan la voz en espacios que claramente no les corresponden.
En ese sentido creemos importante el reconocimiento de las diferencias para tejer puentes y convercernos más a luchar y ganar conquistas, pero esto no puede ser a costa de alejar a las personas que quieren luchar codo a codo con nosotres. Es nuestra tarea, nos guste o no, elaborar metodologías que no generen que las personas tengan miedo de ocupar la palabra porque no son suficientemente correctos políticamente.
Es esta política de la correctitud potenciada por la culpa, por no tener suficientes derechos vulnerados, la que lleva a la individualización, a la inmobilización y a una constante reflexión interna endogámica con personas que ya están convencidas de que el mundo es injusto y que en vez de colectivizarnos, nos individualizan, nos fragmentan y nos aislan. Exactamente lo que las bases del neoliberalismo proponen.
Queda así demostrado ante la historia y sobre todo por los aprendizajes de las luchas queers que nada se gana con las lógicas culpógenas heredadas por las Necesitamos superar estos paradigmas de “la carrera de las opresiones” y combatir la culpa para transformarla en un sentido de responsabilidad social. Una resposnabilidad que tenga en cuenta las discusiones políticas sobre la interseccionalidad y que nos sitúe en nuestro lugar de enunciación, pero que al mismo tiempo genere una fuerza productiva para el quehacer político ¡Porque hay millones de personas en el mundo para las que la explotación y la destrucción de sus territorios es un tema urgente!
En otro sentido, también vemos como a veces las prácticas políticas sobre todo del territorio europeo están cruzadas por lógicas de policiamiento interno, donde las forma de escuchar a las distintas interseccionalidades es generar equipos de vigilancia que ejercen una auditoria casi policial de cuáles son los comportamientos “correctos” o “incorrectos”. Con esto no queremos decir que las disidencias sexuales y las mujeres no necesitamos en espacios masivos tener un lugar al que recurrir si alguien nos violenta. Pero, ¿no es problemático incurrir en mecanismos de vigilancia y de control para sentir que estamos en un espacio seguro? ¿No deberíamos estar construyendo espacios con la suficiente confianza política para que el equivocarnos pueda desenvolverse en una discusión política que nos enriquezca como colectivo?
Hay ejemplos muy interesantes en experiencias en América Latina, como también en las prácticas políticas del activismo kurdo donde y a los métodos policiales, que son una línea roja a la que no se puede cruzar.
La gran pregunta es: ¿Cómo podemos construir metodologías que nos permitan reflexionar sobre nuestros lugares y que generen una fuerza productiva?
Nuestra primera aproximación a esta pregunta es que los esfuerzos de las organizaciones políticas deberían centrarse en los objetivos políticos que las reunen y en poder generar espacios que posibilitan la autorganización de más personas y más sectores de la sociedad.
Esto no niega que existen violencias dentro de los espacios políticos, sino que pone en el centro a la acción política y construye la necesidad de tener dinámicas que prevengan posibles violencias, y que nos hagan sentir lo mas segures posibles cuando participamos de espacios mixtos.
¿Qué colectivos queremos construir?
Retomando un punto planteado en un principio, creemos que los objetivos políticos que nos planteamos deben ser llevados adelante por actores políticos transgeneracionales que puedan situarse históricamente y aprender de los errores y aciertos cometidos en el pasado; que posean síntesis metodológicas del tipo de cultura política que quieren construir al interior de sus organizaciones. Necesitamos actores políticos que hagan análisis sobre la situación en la que vivimos y puedan caracterizar que tareas tenemos que asumir en cada momento político en base a las posibilidades; el marco de análisis y acción política va desde cómo luchar contra el vaciamiento de aguas en , hasta como desmantelar 500 años de colonialismo extractivista que viene sosteniendo un modelo ecónomico de saqueamiento brutal.
En este sentido queremos repensar los métodos de las organizaciones de justicia climática para lograr estos objetivos. En los últimos años un tema central dentro del movimiento es ganar radicalidad en las acciones políticas. ¿Pero qué es la radicalidad? Nosotres creemos que la radicalidad parte por entender el contexto que vivimos y no por glorificar un método de acción. Las acciones son o no son radicales dependiendo del contexto.
Podemos comenzar pensando en un ejemplo de los grandes logros que tuvo en los últimos años Ende Gelände, donde acciones de desobediencia civil fueron radicales porque lograron poner el tema del carbón y la crisis climática sobre la mesa, mediante acciones directas bloqueando minas con cientos y luego miles de personas. Hoy en día eso que en algún momento fue una novedad y logró torcer el discurso y las prácticas políticas como se venían dando, empezó a ser una práctica recurrente en todos los grupos de justicia climática, ya no logrando tener el mismo efecto.
Otra táctica que logró tener efectos y masividad dentro del movimiento fue cuando en el les activistas se concentraron en ganar el discurso público en vez de recurrir solamente a la defensa del bosque a través de la confrontación. Es así que lograron movilizar en la cúspide de las movilizaciones a alrededor de 50.000 personas en un lugar recóndito de díficil acceso en Alemania.
Para muches hay una definición preestablecida de lo que implica la radicalidad en la acción política, tiene una forma muy clara y definida y está determinada por la acción directa. Sin embargo, creemos que en determinado momento pesan más las acciones de acción directa y en otros momentos políticos pesan más las acciones que tienden a construir otras formas políticas.
Si hacemos memoria de la historia de América Latina, podemos ver cómo cada proceso de transformación social y cada conquista lograda innovó en las prácticas políticas ya existentes. Bajo nuestra perspectiva el estudio sistemático de las experiencias fue, es y será un ejercicio que nos guie para entender mejor la realidad y nos dará herramientas para poner en práctica la creatividad en nuestro propio contexto.
La radicalidad depende de cada lucha política, depende del contexto político, del estado de ánimo de la base social que nos rodea, de las narrativas que preponderan en ese momento en la sociedad. ¡No hay una sola manera de ser radical! La radicalidad a veces puede significar acción directa, pero muchas otras veces puede significar movilizar a sectores de la sociedad que no se movilizarían si esa causa no les interpelara concretamente en su vida cotidiana. Un ejemplo en esa dirección fue la campaña de alquileres en que combinó dos factores importantísimos; por un lado, la posibilidad de movilizar a sectores de la sociedad que no estaban movilizados a partir de una problemática concreta, y por el otro, una estrategia política que a las personas les resultara posible de ganar. Sin embargo, nos queda la pregunta abierta de si hay organizaciones políticas hoy que puedan empujar ese proceso lo suficiente como para darle la continuidad que requiere y seguir movilizades.
Y este es otro elemento que representa lo que nosotrxs consideramos es la radicalidad: la capacidad de reinventarse a partir de la necesidad del contexto político; la necesidad de generar una fuerza social que sea capaz de identificar los momentos políticos en los que vivimos y las necesidades de las personas, e ir cambiando de acciones y método para llegar a más personas, por más tiempo y en una disputa directa.
¿Y qué mejores experiencias que la de las luchas que se están ganando en el mundo? Debemos salir de las romantizaciones alejadas de nuestra cotidianidad y enfocarnos en el estudio de experiencias políticas que hayan conseguido conquistar reivindicaciones. Con el propósito de potenciar nuestra práctica política, entendiendo la heterogeneidad y la complejidad que implica este ejercicio de traducción.
Hoy somos testigxs de las grandes movilizaciones en Estados Unidos que utilizan los pañuelos verdes de la campaña del Aborto Legal Seguro y Gratuito en Argentina. Pero esto no fue sólo una campaña, el éxito de los logros del movimiento feminista y de disidencias sexuales en Argentina nacen de años de trabajo de base, de autorganización barrial, de bachilleratos de educación popular a lo largo y ancho del país, de consejerías autogestionadas para ayudar a las personas gestantes a abortar, de organizaciones políticas no partidarias y partidarias que vienen haciendo un esfuerzo político por ganar estas reivindicaciones. Fue posible porque hay movivimientos sociales activos y colectivos que superan a las individualidades en la búsqueda de avanzar con luchas políticas.
Es el caso del proceso constitucional en Chile, donde parecía que desde las grandes movilizaciones estudiantiles se lograban pocos resultados, hasta que la acumulación de más de veinte años de movilizaciones dieron como resultado el sepultamiento de la primera constitución neoliberal, genocida y extractivista, impuesta a costa de la masacre contra el pueblo chileno orquestada por el imperialismo norteamericano y la escuela de las
Todos estos ejercicios deberían servirnos para pensar en cómo potenciar nuestra practica política para dialogar con los territorios acá, para poder generar movimientos de masas acá y poder construir poder popular.
Para nosotres la mejor manera en la que podemos solidarizarnos con los pueblos del mal llamado sur global es construir una fuerza colectiva capaz de arrancarle reividicaciones al estado capitalista, lejos de estrategias personalistas y falsos mesías. Y como nos ha enseñado la lucha de les compañeres de Kurdistán: con las luchas antipatriarcales en la mira para que nos ayuden a disputar políticas públicas, para parar de una vez la contaminación nuestros suelos, la destrucción de nuestras tierras y el saqueo de nuestras aguas.
Luchar, crear poder popular