Contra la criminalizacion de la lucha estudiantil y de la solidaridad en la FU
Por: Domitila y Patrick*

Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría
Son aves que no se asustan
De animal ni policía
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría
Caramba y zamba la cosa
¡Qué viva la astronomía!
Violeta Parra
La policía antimotín invade el campus Dahlem
Una cuestión básica del sentido común, que aún nos queda, es que la policia no puede entrar impunemente a la universidad como si de una guerra se tratara, llevarse detenides a estudiantes porque estén reunides haciendo un acto pacifico de solidaridad con un pueblo que está siendo exterminado, sin que esto como mínimo sea motivo de indignacion, de rabia y de una reacción organizada de grupos estudiantiles y juveniles. En estos tiempos y en este país, esta imposibilidad sí es posible. Es un tiempo en el que, citando a Brecht y recordando a une camarada, decía que “en tiempo de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural”.
En Alemania, el país que hacia afuera muestra su mejor cara, que a veces convence a sectores liberales y progresistas, el país que es supuesto modelo de gobernabilidad y tolerancia con le otre, la policía antidisturbios entró al campus central de la Universidad Libre (por demás está decir que su nombre se llena de ironía) de Berlin en diciembre, ocupó mano militari las instalaciones y desalojó con violencia a un grupo de jóvenes que había tomado (de manera pacífica) el aula magna del recinto en solidaridad con el pueblo palestino. Como no fue suficiente, la fiscalía del estado requisó poco después las oficinas de algunos grupos de izquierda que participaron en la breve toma.
Y este acontecimiento, aunque parezca sacado de un libro de Orwell, forma hoy parte de la política de represión y criminalización de las voces críticas, muchas de ellas migrantes, que se han pronunciado contra el genocidio y su eco sionista en Alemania. Lo hemos visto una y otra vez en la Sonnenalle, en las escuelas de nuestra ciudad, en los centros culturales, en las universidades, en la prensa, en los festivales de cine. Parece que se les olvidó en casa la máscara de la democracia y los derechos civiles, y se pusieron el casco y la porra.
Con una mano envían armamento para perpetuar el exterminio en Gaza, con otra prohíben la solidaridad, condenando así cualquier demostración de sentido común. Hoy este país parece estar condenado a repetir el destino nefasto de estar del lado equivocado de la historia, del lado de los genocidas una vez más.
Hacia la universidad para dispersar el saber
Para quienes venimos de América Latina y fuimos parte de la universidad pública, uno de nuestros pilares y ejemplos de lucha es la organización estudiantil. Los grandes movimientos sociales de nuestro continente siempre han contado con la fuerza vibrante de la juventud estudiantil. No compartimos ni el anti-academicismo radical de sectores que ven al conocimiento como reaccionario, y mucho menos al elitismo academicista que piensa que la universidad debe ser un espacio de formación de las clases dominantes, o de indoctrinamiento burgués de las clases trabajadoras. Por el contrario, creemos en una dispersión del saber en centros que deben ser públicos, gratuitos y autónomos, y en un cuerpo estudiantil que no se siente en una torre de marfil, sino que se encuentra en constante intercambio con- y se siente interpelado por- la realidad, las luchas y las injusticias sociales.
Por un antirracismo sin doble rasero

Por ello, como parte de esta casa de estudio, como hijes de las luchas estudiantiles de nuestros territorios, como militantes, nos estremece ver cómo desde octubre 2023 en esta universidad se ha dado a una caza de brujas de jóvenes que se solidarizan con las familias de Gaza. Es asqueante la hipocresía con la que se celebra, protege, exalta y defiende todo lo que tenga que ver con Israel, perjurando por aquel genocidio-el que cometieron alemanes, no árabes- no volver a permitir el antisemitismo, creencia horrenda e inhumana con la cual se escuda, ahora, todo el sistema político alemán para criminalizar la solidaridad y la denuncia de este genocidio. No pedimos menos protección para jóvenes judíes; pedimos lo mismo para jóvenes árabes, kurdes, asiátiques, africanes y latinoamericanes.
La ocupación policial pasó hace más de cuatro meses, sin embargo la puerta que abrió se ha seguido moviendo y todo apunta al recrudecimiento de la censura de la libertad de expresión y la crimininalización del pensamiento crítico dentro y fuera de la universidad, para cualquier estudiante, profesore o trabajadore que se atreva a denunciar un genocidio cuyas victimas supera la decenas de miles.
La excusa perfecta para callar todas las voces incómodas
Ahora, bajo la excusa de una agresión a un estudiante sionista (que deploramos tanto ética como tácticamente), que ocurrió fuera del recinto universitario, las autoridades de la universidad tienen el mejor pretexto para agilizar la exmatriculación ya no de antisemitas, sino de todo lo que huela a solidaridad con Palestina y a esas voces incómodas que le recuerdan al poder universitario los gritos de Gaza que no paran desde hace 5 meses. Este precedente implicaría para la comunidad estudiantil migrante un riesgo de perder su residencia, ya que ella depende de su matriculación en la universidad; lo cual sería una evidente violación del derecho al estudio y la libertad de expresión.
“Que la universidad se pinte de pueblo”, decia el Che, acuerpar eso hoy y siempre implica sin duda estar del lado de les oprimides, implica sin duda denunciar todos los días en las calles y en las aulas de clases, en los pasillos y las bibliotecas el genocidio perpetrado por Israel y sus complices imperiales. Acuerpar a ese pueblo, pintarse de él implica asumir una responsabilidad histórica de transformar el recinto universitario en un lugar donde la realidad del pueblo quepa, donde las demandas de la sociedad en su conjunto tengan lugar, donde sea posible formarse para la vida, para la transformación de la misma,y no solo para reproducir las desigualdades como mano de obra calificada, no solo para callar pasivamente ante la realidad aplastante de la opresión en el lugar que sea. Nosotres honramos la lucha de quienes han dado su vida para que la educación pública no pertenezca solo a las élites.
No podemos olvidar que ahora mismo y hace casi medio año, que ahora mismo y hace más de 75 años hay un pueblo siendo exterminado con la violencia más dantesca, cruel e impunemente visible de este siglo. Estes estudiantes que fueron reprimides por la policia en la FU, que cada vez son más a pesar de las politicas de miedo, que despiertan a otres, que practican la solidaridad como la ternura más valiente, nos recuerdan la importancia de recuperar el sentido común en estos tiempo distópicos. Nos recuerdan que la universidad también es una trinchera de lucha. Decimos con elles, fuerte y alto: ¡PAREN EL FUEGO YA!
*Como una muestra más de que la persecución es real, les autores no se sienten segures utilizando sus nombres verdaderos por miedo a represalias. No pueden expresar su opinión abiertamente, una opinión que no llama a la violencia sino al fin de la misma, en lo que se considera una de las democracias más afianzadas del mundo.
Fuentes:
https://www.klassegegenklasse.org/weiter-mit-der-palaestina-solidaritaet-an-der-fu-berlin