Durante las últimas semanas, movimientos estudiantiles de las principales universidades de Estados Unidos y Europa han cobrado un poderoso protagonismo político y mediático. En las vísperas de la ofensiva sobre Rafah, una de las últimas ciudades de la franja de Gaza antes de la frontera con Egipto en la cual el ejército israelí ha acorralado a 80.000 personas palestinas refugiadas, les estudiantes universitaries de Columbia, Yale, MIT, TUFTS, por nombrar sólo a las primeras, han organizado acampes multitudinarios en solidaridad con la resistencia del pueblo palestino frente al genocidio. La ola de movilizaciones cruzó rápidamente el Atlántico y contribuyó a que el movimiento estudiantil de la Freie Universität de Berlín despertara del letargo neoliberal en el que estuvo sumido durante las últimas décadas. El pasado martes 7.5 a las once de la mañana, alrededor de 300 personas ocuparon pacíficamente espacios abiertos del campus (Rost- y Silberlaube) con carpas y pancartas que denunciaban el procedimiento del ejército israelí y la connivencia del gobierno alemán al respecto. Las mismas autoridades institucionales que en los últimos meses intentaron quitarles las matrículas a estudiantes involucrades en denuncias del genocidio, notificaron nuevamente a la policía. Cuatro horas más tarde, los efectivos policiales volvieron a ingresar al presidio y desalojaron el establecimiento mediante el uso de gas pimienta y un despliegue de violencia inaudito que dejó un saldo de heridos graves y numerosos arrestos. Manifestaciones de carácter similar, aunque de menores dimensiones, se registraron también en la universidad de Humboldt el viernes 3.5.
Más allá de la sintonía con la coyuntura en el mundo universitario internacional, es importante señalar la gravedad que estos sucesos representan en el contexto específico de Alemania. Desde octubre del año pasado, se ha pronunciado la ya habitual tendencia pérfida de interpretar cualquier tipo de manifestación crítica para con el gobierno de Israel como un rasgo de antisemitismo intolerable. Munida de esa legitimidad absurda que la patética moral alemana sabe mejor que nadie llevar hasta el paroxismo, la reacción oficial ha sido, como sabemos, la militarización y criminalización social. Con la misma violencia de siempre, el 26.4 fue reprimido y desalojado el campamento que 150 activistas habían montado durante dos semanas frente al parlamento, dejando un saldo de 75 personas detenidas y la absurda prohibición de hablar en árabe frente a la policía y entonar tradicionales melodías de protesta como, por ejemplo, “from the river to the see, Palestine will be free”.
Pero los desafortunados eventos de la FU marcan un nuevo grado de recrudecimiento dentro de ese proceso. Si en un comienzo fueron las calles, luego el allanamiento a locales de agrupaciones políticas y más tarde el desfinanciamiento de instituciones culturales vinculadas a perspectivas palestinas, ahora son las universidades las que se colocan bajo la mira, nada más y nada menos que las instituciones de producción del conocimiento y debate más emblemáticas de la vida democrática burguesa en Occidente. No es necesaria demasiada clarividencia política para imaginar el escenario totalitario en el que las protestas que hoy se criminalizan y reprimen a causa de su solidaridad con Palestina, sean mañana aquellas que denuncien el avance de la AfD y las derechas.
Preocupado por esa violencia contra la libertad de expresión en tanto fundamento de la vida en democracia, un grupo de docentes de la FU firmó un comunicado denunciando la presencia policial en el campus y el proceder de las autoridades institucionales. [1] Sin siquiera posicionarse ideológicamente respecto al conflicto en Gaza e incluso estableciendo distancia con las consignas estudiantiles, reivindicaron el derecho legítimo a la protesta universitaria y ponderaron la necesidad de velar por la integridad física de les estudiantes. Ese muy sobrio comunicado que al momento de redactar estas crónicas cuenta con 363 firmas de docentes de distintas universidades berlinesas y 874 suscripciones de apoyo por parte del personal universitario sin funciones de enseñanza, bastó para generar las reacciones más recalcitrantes de distintos sectores del arco político. Tal es el caso del intendente de Berlín Kai Wegner (CDU) y la ministra nacional de educación Bettina Stark-Watzinger (FDP), quienes calificaron la carta de panfleto y a sus firmantes de antisemitas que no merecen consideración alguna. Más grave aún fue la masiva y tendenciosa cobertura mediática que recibió el acampe y el citado comunicado, entre la que cabe destacar el difamatorio artículo publicado por el diario amarillista Bild. Bajo el titular de “Die UniverstiTÄTER” (juego de palabras entre universtiaries y victimaries) el periódico en cuestión publicó una larga lista con los nombres de les firmantes y en la versión impresa incluso con fotos de varies de les docentes, señalando que la mayoría de elles son extremistas y anticoloniales que dictan seminarios sobre temas de migración, filología árabe y estudios islámicos en carreras de sociología y política. [2]
El sensacionalismo de Bild es igual de abyecto, que de coherente con su oscuro pasado empresarial. No hay que olvidar que el pasquín pertenece al grupo editorial monopólico de Axel Springer, que procuró ser expropiado nada más y nada menos que por el movimiento estudiantil de la FU liderado por Rudi Dutschke en 1967. También en aquel entonces, la difamación y propaganda anticomunista impulsadas por el monopolio contribuyeron al clima de enardecimiento en que se cometió el atentado de 1968 que terminaría costándole la vida a Dutschke y desatando violentos enfrentamientos protagonizados por les estudiantes. Pero no todo se trata de ideología, sino, por supuesto, también de dinero: el consorcio mediático es poseedor de una empresa israelí (Yad 2) de avisos clasificados para venta de inmuebles en Cisjordania, muchos de los cuales se encuentran en los territorios ocupados por colonos o han sido confiscados a familias palestinas por el ejército invasor. [3]
A pesar de la violencia de la reacción política y la persecución mediática que cada vez se asemejan más a la de un estado totalitario, se perfilan los atisbos de un cambio de la coyuntura política. En el marco de las advertencias del presidente norteamericano de cortar suministros de armamento a Israel si su ejército ataca Rafah y la paralela radicalización de la política universitaria, se pueden establecer paralelismos históricos interesantes entre los acampes de las últimas semanas y el rol histórico que les estudiantes en EUA y Europa desempeñaron en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam en 1960, las revueltas mundiales en 1968 y contra el Apartheid en los 1980s. En Alemania, luego de masivas movilizaciones del primero de mayo en clara solidaridad con la resistencia palestina, los sucesos de la FU y varias universidades de otras ciudades se perfilan como un nuevo y prometedor horizonte de politización en la sociedad de este país.
Así lo indica, entre otras cosas, el legítimo posicionamiento del centro de estudiantes del Lateinamerika-Institut en solidaridad con el pueblo palestino y en contra de la violencia policial en los establecimientos educativos.[4] Se trata de un primer valiente paso de parte de la Fachschaft hacia un proceso de organización al cual todes les alumnes de esa institución sensibilizades con las circunstancias deberían contribuir. Las tradiciones y experiencias organizativas de los movimientos estudiantiles latinoamericanos son canteras que bien pueden nutrir de inspiración política la tarea de reavivar la adormecida filiación de la FU con su pasado combativo sesentista. Signado desde sus orígenes por el carácter antiimperialista y latinoamericanista de la Reforma Universitaria de 1918, el movimiento estudiantil del subcontinente protagonizó a lo largo de todo el siglo XX importantes luchas políticas en defensa de los valores de la educación pública frente a los avances de las dictaduras militares y los gobiernos neoliberales en la región. Les millones de jóvenes que protagonizaron en las calles el estallido social en Chile entre 2019 y 2020 y las masivas movilizaciones en Argentina el 23.4 de este año en contra de la desfinanciación presupuestaria a manos del gobierno de Javier Milei, son sólo algunas de las manifestaciones más recientes de un patrimonio que bien podría nutrir la solidaridad internacionalista de les estudiantes en Berlín.
[1] https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSfVy2D5Xy_DMiaMx2TsE7YediR6qifxoLDP1zIjKzEl9t1LWw/viewform?fbclid=PAZXh0bgNhZW0CMTEAAaYmYdhAcNWl5sGicAKJRsblJc3CMU0zadISW3ncNjWr5TDaMxVg1t-IK4g_aem_AQVeOSMJsosZcm4-1cQnbmM44aQn24kczlk2789tda1gRR5j_RzgDe9LSRJlQfB34V5TNcLLWE5bGq4uhymmnZwl
[2] https://www.bild.de/politik/inland/uni-lehrkraefte-unterstuetzen-krawall-studenten-die-universitaeter-663cb4dfa8485058948a470e
[3] https://www.jungewelt.de/artikel/469477.israel-springer-verdient-an-besatzung.html
[4] https://www.instagram.com/p/C6s890Pse_E/?igsh=MWxmdHYyMGczMmZxdw==