Nuestro vivir en el día a día berlinés, nos revela quiénes estamos en el radar de sus discursos de odio: migrantes, musulmanes, árabes y palestines, la comunidad queer, transfeministas, y activistas del movimiento climático. Es por esto que nuestra presencia en las calles se hace aún más urgente este año, porque nosotres y nuestras comunidades continuamos siendo potenciales objetivos en este escenario de creciente persecución, represión y autoritarismo.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de una preocupante derechización de las élites y los gobiernos a nivel global. Con políticas de ajuste, precarización y represión, los gobiernos progresistas y socialdemócratas, no solo han demostrado su incapacidad para dar soluciones a las necesidades de la clase trabajadora y las mayorías, sino que le han abierto la puerta a figuras y movimientos de derecha para que se consoliden. Figuras y movimiento que instrumentalizan un legítimo malestar social, utilizando como chivos expiatorios a las “minorías”, disidencias y cuerpas periféricas y racializadas.
En América Latina, lo vemos con deleznables figuras como Noboa en Ecuador y Milei en Argentina, o las derechas golpistas en oposición a los gobiernos democráticamente electos y de corte progresista, como el colombiano, el boliviano y el brasileño. En Europa, se ha hecho evidente tras las elecciones al Parlamento Europeo, tanto la bancarrota de los liberales-progresistas como la consolidación de la fuerza de la ultra derecha fascista y xenófoba, como la AfD en Alemania, Vox en España y la Agrupación Nacional de Le Pen en Francia.
Entendemos que estos no son fenómenos aislados, sino que la incapacidad de los liberales-progresistas para asegurar las ganancias a futuro y el crecimiento de políticas cada día más conservadoras es la consecuencia histórica y lógica de la crisis actual del capitalismo.
En este contexto, es esencial recordar que la pelea por los derechos de la comunidad LGBTTTQIA+ no es un fenómeno desmembrado de esta trama y que sus orígenes se encuentran en las tradiciones de lucha y resistencia populares, colectivas y anticapitalistas. Tanto en las famosas revueltas de Stonewall en Nueva York, que tuvieron al frente a mujeres trans, trabajadoras sexuales, marginalizadas, negras y latinas, como en las luchas del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria de México y el Frente de Liberación Homosexual de Argentina, que no solo salieron a las calles para luchar por sus derechos, sino que lo hicieron por la solidaridad internacional de los pueblos, en contra del autoritarismo y las dictaduras. Así también la luchas de referentes latinoamericanes como Marielle Franco en las favelas, o el sindicalista colombiano León Zuleta, la educadora popular Lohana Berkins, y muches más.
La resistencia queer es y ha sido siempre colectiva y no puede limitarse a enfoques funcionales a los valores neoliberales de identidad e individualidad, donde la máxima aspiración es la representatividad (mediática, corporativa o política), y donde el slogan último es “ser une misme”, sin miras a la construcción colectiva.
Nos oponemos al consumo colonial de nuestras cuerpas disidentes y a la mercantilización de la existencia LGBTTTQIA+. Nos oponemos al lavado de la historia de nuestras luchas queer, porque entendemos que nuestra resistencia marica, trava, lencha, desviada, estuvo, está y estará centrada en combatir la estructura capitalista. Los derechos que hoy disfrutamos fueron conquistados a través de movimientos colectivos, y es esta memoria de lucha la que debemos recuperar y reivindicar. La historia nos muestra que bajo un sistema capitalista, los derechos no están garantizados permanentemente y su vigencia depende de quién esté en el poder y sus intereses de turno. Este año, más que nunca, debemos enfatizar la importancia de la memoria queer colectiva en nuestro Pride, reivindicando las luchas que han permitido la obtención de derechos.
Entendemos el ejercicio de la memoria como una acción que trenza nuestras historias y nuestros presentes colectivos, para imaginar horizontes posibles y construir futuros de verdadera liberación de todo sistema de opresión. En ese sentido, esta acción está inevitablemente arraigada, tanto en nuestros territorios de origen, como en el territorio que efectivamente habitamos, y en el cruce entre ambos. Es decir, tiene unaperspectiva migrante, una perspectiva específica que da cuenta de la potencialidad dinamizante y transformadora de les migrantes como sujetos políticos.
Este año, además, es crucial subrayar la importancia del internacionalismo y el anti imperialismo, manifestándonos especialmente en solidaridad con Palestina. Nos oponemos al lavado rosa colonial, el llamado pinkwashing, que instrumentaliza a la comunidad queer para promover discursos de odio racistas y justificar masacres. Masacres que buscan eliminar a una población para apropiarse de su territorio. Porque no olvidamos, que aunque se revista de conflicto religioso, y de lucha por los “valores occidentales”, lo que está detrás de eso, es la apropiación y explotación de ese territorio y sus recursos, con el fin de seguir acumulando capital, a través de la industria de la guerra y la muerte.
Entendemos que lo que ocurre en Palestina, desde hace casi 9 meses, es la cristalización de un proyecto imperial que comenzó hace 76 años. Un proyecto que es parte de una continuidad colonial europea de más de 500 años, que nos recuerda que es aquí donde confluyen nuestras luchas históricas desde Abya Yala hasta Palestina. Y que nos recuerda que ni las masacres, ni el genocidio, ni la apropiación de nuestras tierras pueden borrar nuestra historia y la dignidad de nuestros pueblos, por lo que decimos: no hay orgullo en el genocidio.
Como migrantes de Abya Yala, denunciamos la persecución y criminalización Estatal en Alemania hacia otros grupos migrantes, estudiantes y personas racializadas y judías, que han salido a las calles, semana a semana, en solidaridad con Gaza. Una criminalización que está sentando precedentes peligrosos y preocupantes para todes aquelles que alcen la voz ante la injusticia, pero que nos recuerda del potencial de reunir a distintos sectores para motorizar transformaciones sociales y políticas desde estas alianzas inesperadas. Como migrantes latinoamericanes, sabemos que no somos ni la primera línea, ni les protagonistas en esta lucha en particular, sin embargo, su resistencia nos convoca y nos moviliza, porque la solidaridad es la ternura de los pueblos, y es una llama que nunca podrán apagar.
En esta Marcha del Orgullo Queer Internacionalista 2024, decimos basta al genocidio y a la persecución y criminalización de las voces disidentes, y alzamos nuestra voz en solidaridad y resistencia. Celebramos la vida, por les que ya no están, y recordamos la segunda parte de la frase que utilizamos frecuentemente: organizar la rabia para defender la alegría. La marcha del Orgullo ha tenido históricamente una mística propia que la hace una demostración gozosa y divertida. Los colores, el glitter y la música no son propiedad de las marchas que financian el gran CSD en Mitte, son del pueblo y pueden tener un potencial transformador. ¡Que el Pride sea fiesta y resistencia!