Sembrando las primeras semillas del camino

Hace unos días, el 13 de octubre de 2024, el Bloque Latinoamericano cumplió 6 años. Seis años desde que se plantó la semillita que luego crecería en la organización que somos ahora. Seis años desde aquel 13 de octubre de 2018 en que un grupo amplio y diverso de personas y agrupaciones latinoamericanas se unieron bajo la consigna “Migrant*innen gegen Faschismus – No pasarán” en la Demo #Unteilbar. Una bandera pintada en respuesta a los ataques neonazis en Chemnitz, en septiembre de ese mismo año. Una bandera para recordarle al mundo que las calles son nuestras.
Aquel día, 240.000 personas tomaron las calles de Berlín bajo la consigna central de que los derechos de las personas migrantes y refugiadas no van en oposición al Estado de bienestar. Dentro de los muchos bloques que marcharon ese día, se formó uno latinoamericano por necesidad, pero también por deseo. Y la fecha, un día después del 12 de octubre, inicio de la resistencia indígena contra el colonialismo, nos dice que también tal vez por una de esas coincidencias sincrónicas que infunden mística a algunos sucesos.

Los inicios del Bloque Latinoamericano se caracterizaron por una fuerte presencia en las calles. Por aquel entonces, existían varios colectivos latinos de orientación nacional —por ejemplo, de Colombia, Chile, Brasil y Guatemala— que pronto vieron la necesidad de coordinarse en un frente común para potenciar sus diferentes acciones, en vez de realizarlas de modo aislado.

Es con esta conciencia internacionalista con la que surge el Bloque, y es así como durante los primeros años se realizaron múltiples acciones en solidaridad con Venezuela (contra los intentos de intervención imperialista), Colombia, Ecuador, Bolivia (ante el golpe de Estado a Evo de 2019), Brasil, Chile (ante el estallido social)…

A estas primeras acciones y reuniones del Bloque en tanto frente, comenzaron a acercarse personas no organizadas que buscaban un espacio político propio en esta ciudad. Personas que buscaban no solo tener la mirada puesta en lo que estaba sucediendo en Latinoamérica y cómo ejercer solidaridad con sus territorios de origen, sino también organizarse como migrantes en Alemania, para intervenir políticamente en este territorio. Es así como, de otra necesidad y otro deseo, el Bloque pasó a conformarse como una organización en sí misma, con identidad propia. Une compi de Brasil diseñó el primer logo, que se decidió que fuera un jaguar, animal que habita en casi todos los territorios latinoamericanos (aunque casi, casi fue un cóndor). Varias manos pintaron -en el marco de una manifestación en La Haya para solicitar que la Corte Penal Internacional investigue crímenes contra la humanidad en Colombia- la querida bandera de las caras, con la consigna Volveremos y seremos millones.

De estas dos necesidades, dos deseos, nacen lo que hoy son nuestros ejes de intervención: Solidaridad con Abya Yala/ América Latina y Autoorganización Migrante. Desde el comienzo, entendimos que el corazón migrante está y estará siempre partido en dos, con un pedacito allí y otro aquí, y que esa realidad da forma a nuestra perspectiva única y construye una manera propia de hacer política.
Echando raíces
A lo largo de los primeros años fuimos explorando caminos y desarrollando modos de organizarnos como migrantes en esta ciudad. En estas exploraciones nos encontramos con desafíos, y de la prueba y error nacieron perspectivas, se consolidaron prácticas y se realizaron sistematizaciones en base a la acumulación del conocimiento colectivo.
De la necesidad de elaborar un piso común, tuvimos nuestras primeras formaciones, en un inicio respecto a la lucha kurda y jineology, mucho antes de desarrollar la metodología que tenemos hoy para formarnos políticamente. De estos encuentros surgieron discusiones sobre feminismos y transfeminismos, y estos debates (muchos de ellos en pandemia y con reuniones online) dieron lugar a una asamblea de mujeres y disidencias sexuales. Esta experiencia nos llevó eventualmente a (re)pensar la práctica transfeminista como algo transversal a todo el trabajo político, y no como algo separado.

Hoy por hoy buscamos que la perspectiva de género se entrelace con todo lo que hacemos, desde participar en una Demo, hasta la manera en que intervenimos en la lucha por el derecho a la ciudad y contra la precarización laboral, así como en las prácticas de solidaridad internacionalista.
Como decíamos antes, es la acumulación del conocimiento construido colectivamente en base a la práctica, la que nos trajo hasta aquí. Todo lo que hoy somos está conectado con lo que fuimos en esos primeros momentos, cada rama y cada hoja se han nutrido de esas raíces.

Otras formaciones que hemos tenido han abordado la educación popular, el antiextractivismo, las luchas habitacionales, el trabajo de base y la autogestión. De estos encuentros han surgido cuadernillos que sistematizan algunas de las conclusiones a las que llegamos, disponibles para tode aquel que se sume al Bloque Latinoamericano, así como para el público en general.
Poco a poco fuimos afianzando perspectivas comunes, lo cual fortaleció nuestro trabajo político. Los resultados de este proceso de afianzamiento se pueden ver en nuestro documento político organizativo que sacamos en mayo de 2023, y en el documento de metodologías para el trabajo de base de agosto de 2024.

Las raíces que hemos echado no son tan solo políticas: este 2024 fue el año en que el Bloque Latinoamericano inauguró una casita. A lo largo de nuestra historia, pasamos por varios espacios antes de consolidarnos en uno propio. En sus inicios, las reuniones y actividades no tenían un lugar fijo y se llevaban a cabo donde se podía. Pasamos luego por el Mahalle en Kreuzberg, donde se comenzaron a articular los primeros esfuerzos por territorializar nuestro trabajo político. A medida que el colectivo crecía, la necesidad de más espacio, el deseo de tener varias patas en la ciudad y las ganas de fortalecer alianzas con agrupaciones amigas nos llevaron a participar del Rote Lilly (Neukölln), el Café Wostok (Lichtenberg) e Interbüro (Wedding), tres espacios que permitieron la consolidación de nuestros distintos ejes de intervención y la participación de nuestra comunidad a lo largo y ancho de Berlín. Hoy, después de seis años de construcción en distintos lugares, hemos logrado abrir una casita propia, la Casa Popular Marielle Franco. Un espacio que representa un logro colectivo y desde donde seguir impulsando nuestros proyectos de transformación social. Como bien dijo una compañera en la inauguración de “la Marielle”, llegar a tener una casa para una organización migrante específicamente, es más que tener un local físico: es la posibilidad de crear un refugio, un nido que nos cobije. Entre tanta mudanza, un rincón donde compartir un mate, una chela, un té, pasa a ser un tesoro.

Tejiendo una memoria migrante

Como todes les que venimos de tradiciones de luchas populares, de izquierda, la palabra “memoria” ocupa un lugar importante en nuestro vocabulario y nuestra praxis. Es una palabra cargada de sentido, una palabra que cuando se hace verbo, también se hace carne e ilumina el camino. Como organización latinoamericana, nos parece clave no solo la memoria que traemos de nuestros territorios, sino también la creación de una memoria migrante propia en esta ciudad. Es con esta intención que escribimos este texto, esta entrada en la bitácora si se quiere, con la esperanza de que se siga completando en los años que siguen. Seguramente falten muchos detalles, incluso algunos muy importantes; seguramente haya faltas y errores (este texto es una reconstrucción hecha a base de retazos de anécdotas y registros de muchas personas). Pero creemos que lo importante del acto de recordar no es la exactitud, pues se trata de una acción humana, y por tanto, profundamente subjetiva. La importancia de recordar el sendero transitado, con sus vueltas y sus obstáculos, es darnos fuerzas y claridad para seguir caminando. Buscamos tejer una historia común en este territorio, desarrollar narrativas que, sin perder la pluralidad de tradiciones y experiencias que traemos, sean un aglutinante comunitario. Sin lazos fuertes de comunidad, esos que el capitalismo se encarga de debilitar, no podemos vislumbrar horizontes comunes de transformación social. Porque es eso lo que nos mueve: saber que las cosas están mal y tener la certeza de que podemos cambiarlas para construir un mundo mejor para todes, o dicho de otro modo, las ganas de organizar la rabia para poder defender la alegría. Lo que nos mueve es, al final, la necesidad y el deseo.
