
Nota publicada originalmente el 06.02.25 en https://poderpopular.info/ 1
El pasado 1 de febrero se realizó la primera Marcha del Orgullo LGBTQINB+ Antifascista y Antirracista en Argentina, con más de 1.5 millones de personas movilizadas en más de 25 ciudades del mundo. La manifestación surgió como respuesta a las declaraciones del presidente Javier Milei en Davos, donde asoció a la comunidad LGBT+ con la pedofilia y expresó numerosos discursos de odio. Apenas una semana antes, el gobierno había manifestado su voluntad de eliminar la figura de femicidio del código penal y de derogar la Ley de Identidad de Género, la Ley Micaela (que establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para la función pública), y leyes de acción afirmativa como la ley de cupo laboral trans y el cupo laboral para personas con discapacidad.
Alguien podría preguntarse, con cierto extrañamiento, cómo un país que fue vanguardia en derechos LGBT+ y en la Marea Verde feminista pudo sufrir un retroceso tan abrupto con Milei en el poder y un fuerte apoyo juvenil. Sin embargo, comprendidas dentro de la trayectoria política del país, estas medidas no aparecen como rupturas inesperadas.
Un episodio particular de la historia reciente puede servir como una versión condensada de esta dinámica más amplia. En el 2015 la derecha neoliberal llegó al poder, de la mano de Mauricio Macri, debido al desgaste del gobierno socialdemócrata de Cristina Fernández de Kirchner. El candidato kirchnerista derrotado en aquel entonces, Daniel Scioli, integró el gobierno kirchnerista que sucedió al macrismo y es hoy funcionario de Javier Milei. “Soy peronista y libertario”, aseguró.
Para una versión menos resumida, transportémonos al 2019: el peronismo volvió al poder con un discurso moderado, apostando por un consenso amplio bajo la presidencia de Alberto Fernández negociando con los sectores más concentrados del capital. Su gestión se vio marcada por la pandemia, una crisis económica creciente y una inflación cercana al 100% anual. Sin voluntad de confrontar con los grandes capitales, su gobierno no planteó ninguna medida de redistribución de la riqueza, lo que generó un creciente deterioro del poder adquisitivo de las clases populares, acompañado de una inflación en alza y la implementación de políticas “progres” en términos sociales que solo eran un maquillaje de una gestión paupérrima del estado. Pinkwashing a la orden del día.

En este contexto de crisis, la extrema derecha logró articularse siguiendo la receta “voxista”: radicalizando su discurso y señalando a las políticas “progres” como las culpables de todos los males, entre ellas las de la comunidad LGBT+ y a les migrantes como principal chivo expiatorio. Milei fue elegido con la promesa de un “cambio radical”, con sectores que confiaban en que “no haría todo lo que decía” o que “el Parlamento lo frenaría”.
Apenas asumió, Milei implementó un paquete de medidas antidemocráticas y antipueblo en beneficio del poder económico, que acompañó con un ajuste brutal, desatando una hiperinflación y promoviendo la dolarización de facto. Mientras los precios de los alimentos superaban los de Europa, los salarios en sectores populares oscilaban entre 200 y 500 dólares. El gobierno intentó generar consenso instalando la ficción de que “la economía mejora”. Pero, en realidad, no hubo ninguna recuperación, persiste la inflación, aumentaron la indigencia, la pobreza y el desempleo, mientras que la capacidad adquisitiva se redujo drásticamente.
Frente a este escenario de mayor endeudamiento con el FMI, profundización del ajuste, despidos masivos, paralización de la obra pública, desmantelamiento de programas sociales, destrucción del sistema científico, vaciamiento de hospitales, represión a jubilades y ningún signo de recuperación económica de ningún tipo, Milei intenta instalar una agenda anti-LGBT+ como una estrategia distractora. Contra ella, el movimiento de disidencias sexuales irrumpió con fuerza. Aunque se sabía que Milei tenía posturas LGBTodiantes, su discurso en Davos fue un punto de quiebre. Esto llevó a una respuesta política urgente.
Desde un principio, los sectores cercanos al kirchnerismo dudaron sobre la viabilidad de una movilización y subrayaron que “había que esperar hasta marzo”. Los sectores más radicales, por su parte, impulsaron una asamblea pública masiva. La celebración de esta asamblea marcó un punto de quiebre, porque permitió dejar de hacer análisis políticos basados en las redes sociales y el microclima que generan los medios masivos de comunicación para pasar a los espacios colectivos, a la calle, el encuentro y volver a las bases de los intercambios reales.

En solo 48 horas, 5000 personas se autoconvocaron en una asamblea histórica, que decidió como primer paso una marcha del orgullo LGBTIQNB+ Antifascista y Antirracista. A diferencia del antifascismo europeo, esta versión del antifascismo se ve atravesada por un peligro y una contraposición real con un movimiento que quiere arrasar con todo.
Los medios de comunicación intentan instalar que los problemas de la sociedad se ven enfrentados entre “progresistas” y “liberales”. Sin embargo el eje del activismo y la movilización rompió esa dicotomía y dejó en claro que el conflicto es entre -por un lado- el pueblo y la clase trabajadora y – por el otro- el 1% más rico de la sociedad, el único sector que se beneficia por este modelo depredador.
De hecho, si bien la marcha fue convocada desde las disidencias sexuales, el debate instalado trascendió las reivindicaciones LGBT+. Se trató de una lucha más amplia contra la precarización de la vida y el avance de un modelo de exclusión. Esto permitió que sectores que nunca antes se habían movilizado por consignas LGBT+ se sumaran al reclamo.
El movimiento logró organizarse de manera más rápida y efectiva que sindicatos e instituciones tradicionales, apostando por la asamblea y la democracia directa. El desafío ahora es cómo sostener y profundizar la lucha para construir estructuras que enfrenten el modelo deshumanizante de Milei reemplazándolo por un modelo de real redistribución de la riqueza y mayores libertades para el conjunto de la sociedad.