Declaración del grupo de trabajo territorial del Bloque Latinoamericano en torno a la crisis del COVID 19
La actual situación ha demostrado que la economía de Alemania, y en general la europea, es sumamente dependiente de las cadenas de valor internacionales. Al mismo tiempo, ha demostrado la fragilidad de nuestro sistema de producción de alimentos y su relación directa con el desarrollo de plagas que se trasmiten de animales a humanos. La forma actual del sector agropecuario expone a las especies animales y al entorno a un enorme estrés productivo, que en combinación con las malas condiciones habitacionales en las grandes urbes son el caldo de cultivo de posibles pandemias.
Como lo describe la Coordinación de la Via Campesina Europa: “El actual sistema globalizado ha causado una gran dependencia y fragilidad. Tras años de medidas de austeridad y recortes, vemos más que nunca la necesidad de reforzar los servicios públicos, especialmente en el ámbito de la atención sanitaria y otras áreas vitales, para que puedan hacer frente a las graves dificultades que se están produciendo. Del mismo modo, también vemos que es esencial contar con un suministro seguro y suficiente de alimentos sanos y locales para toda la población”.
Vemos cómo el cierre de fronteras está afectando a la producción agraria en el país, especialmente en las zonas cercanas a las grandes ciudades, con especial foco en Berlín y alrededores. Sin embargo, la información oculta es la relación entre el trabajo en el campo y los derechos laborales. Gran parte de la producción se sustenta en trabajadorxs migrantes, que desempeñan sus tareas de forma estacional. No sólo los campos se han quedado sin trabajadorxs sino que estos últimos se han quedado también sin ingreso, sin trabajo en sus países de origen, mayoritariamente Europa del este, y sin seguro social alemán. Ingresos que, por otra parte, son normalmente bajos y en condiciones precarias. Es imprescindible señalar, así mismo, que la actual crisis no sólo afecta en la producción, por falta de mano de obra, sino también en su venta, puesto que los mercados y lugares habituales de distribución han sido cerrados.
La crisis del Covid-19 nos enseña así que no podemos dejar de ignorar el campo, su situación y las demandas de lxs campesinxs. Es importante destacar que luego de esta pandemia las cosas no puede seguir como venían hasta ahora. La alimentación de los pueblos no puede ser objeto de la especulación de los mercados, al igual que la salud pública no puede estar en manos de grandes empresas productoras de medicamentos o prestadoras de servicios médicos. En este sentido, creemos que es necesario consolidar y priorizar las cadenas de producción y distribución locales, así como re-estructurar las cadenas internacionales de manera justa y democrática.
Como bien expone la declaración de la Via Campesina en Europa, es momento de destacar el rol central de lxs campesinxs en la producción de alimentos que consumimos diariamente: “En 2016, el 95,2% de las explotaciones agrícolas de la UE estaban clasificadas como explotaciones agrícolas familiares. En otros países europeos, el porcentaje es aún mayor. En otras palabras, Europa está llena de productores de alimentos a pequeña escala que ofrecen una solución ya preparada a los problemas que preocupan al mundo entero: disponer de alimentos locales y sanos que no dependan de las largas cadenas de suministro que corren el riesgo de verse afectadas tan drásticamente por esta pandemia”. Su existencia, no obstante, peligra debido al acuerdo, en proceso de debate, entre los países del Mercosur -Argentina, Brasil, Paraguay e Uruguay- y la UE.
Este acuerdo, que lleva más de 20 años de negociaciones, no sólo atenta contra lxs campesinxs que producen a pequeña escala, sino que hace peligrar el propio territorio, ecosistemas y recursos naturales, como la experiencia de los últimos 30 años de América Latina nos enseña. El acuerdo, en pocas palabras, significa una profundización de la privatización de la tierra y todas sus consecuencias: lógicas de explotación y saqueo de la tierra en pos de la máxima rentabilidad, ningún tipo de cuidado hacia el territorio, el medio ambiente y los propios alimentos -tala de bosques, uso de pesticidas, etc.-, acumulación de los recursos naturales en manos de unxs pocxs y mayor precarización de las condiciones de lxs trabajadorxs, el modelo de plantaciones transgénicas, el uso masivo de pesticidas y la producción para la exportación de comoditties (modelo Monsanto) ha generado desde su aplicación en América Latina, con especial foco en el Cono Sur, la paulatina desaparición del entramado productivo local y campesino. Lo que ha implicado una pérdida de soberanía y seguridad alimentaria sin precedentes. Éste es el modelo que las grandes corporaciones de la industria alimentaria y los gobiernos quieren implementar como el modelo agrario del Siglo XXI para Europa y el planeta.
Ademas de la profundización de las ya difíciles condiciones de producción de lxs campesinxs en toda Europa y América Latina, el acuerdo promoverá una destrucción de la industria en los países de América del Sur.
La salida a la crisis humanitaria y económica que está desencadenando el Covid-19 no puede ser de ninguna manera una mayor profundización de las recetas neoliberales que imponen más ajuste público, aumento del libre comercio y recorte de los derechos laborales. El acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur es equivalente a profundizar las razones –exacerbadas ante la situación crítica de la actual pandemia– que nos llevaron a estar en esta situación en primer lugar.
Es momento de encontrar salidas colectivas a la crisis social, política,económica y ambiental que el Covid-19 ha visibilizado. La forma en que producimos y vivimos viene demostrando sus límites hace mucho tiempo, por lo cual hoy más que nunca urge encontrar nuevos caminos. Para ello, debemos tomar en consideración los modelos de producción contra-hegemónicos que ya existen en varias regiones del mundo, pero que son sistemáticamente ocultados, menospreciados e imposibilitados por acuerdos de libre comercio. La producción de alimentos en armonía con el entorno tanto social como ambiental es posible, porque ya es la base de nuestra alimentación cotidiana. Ahora tenemos que dar el salto para que esa forma de producción sea el centro de una nueva forma de producción más humana, sostenible y socializada.